El cómic americano y el manga japonés son dos estilos bastante diferentes, tanto a nivel de grafismo como en el enfoque de su temática. En ambos abundan los personajes con poderes sobrehumanos, pero difieren en lo referente a su origen. Si en las historietas estadounidenses (al menos en el género superheroico más convencional) se suele buscar una razón más o menos “científica” de las extraordinarias habilidades de sus héroes, en la japonesa les gusta más lo sobrenatural. Así, por ejemplo, nos encontramos con las nueces de Belcebú en One Piece (1997), el chakra en Naruto (1999), los poderes espirituales de shinigami en Bleach (2001), la Inocencia en D.Gray Man (2004), o la alquimia en Fullmetal Alchemist (2001).
Es la alquimia la propiedad que juega un papel fundamental en el universo de este último. Fluye en todas las cosas como la corriente de un río y su dominio por unos especialistas llamados alquimistas permite lograr maravillas en un contexto de desarrollo tecnológico más o menos limitado, propio de principios del siglo XX. Sin ella no podría explicarse el origen de la forma más conocida de Aplhonse Elric, uno de los hermanos protagonistas de la serie. Pasemos a hablar de él.
Los hermanos que volaron demasiado cerca del Sol
Edward y Alphonse nacieron en la pequeña aldea de Riesenburg, en el país de Amestris. Son los hijos de Trisha Elric y Van Hohenheim, un alquimista de extraordinarios poderes que abandonó a su familia cuando eran muy pequeños. Ambos heredaron muchas cosas de su padre, desde su pelo rubio (Alphonse siempre lo tuvo más corto que Edward) y ojos dorados hasta su talento innato en las artes alquímicas, que empezaron a manejar a una edad muy temprana. La muerte de su madre, siendo apenas unos niños, les dejó sin más compañía que sus vecinas Pinako Rockbell y su nieta Winry, que se convertirán en su familia adoptiva. Desde entonces, lucharán por adquirir todos los conocimientos necesarios para hacer realidad el mayor tabú para los alquimistas: la transmutación humana, a través de la cual pensaban devolver la vida a su difunta madre.

Tras incontables horas de estudio y determinados avatares que no desvelaré, lograron desarrollar todo lo necesario para llevar a buen puerto su proyecto. Tenían (o creían tener) los conocimientos suficientes para intentarlo, y los materiales de los que se compone un cuerpo humano no eran difíciles de encontrar. Por lo tanto, se pusieron manos a la obra. Por desgracia, algo falló. El cuerpo de Alphonse se desintegró, y Edward perdió la pierna izquierda. Por si fuera poco, el resultado de la transmutación estaba a años luz de parecerse a su madre. Era una masa amorfa, monstruosa y sanguinolenta que no tardó en volver a morir. Desesperado, Edward mutiló su cuerpo aún más sacrificando su brazo derecho para recuperar a su hermano. Pero no fue suficiente, y únicamente pudo traer de vuelta su alma que fue fijada en el interior de una armadura mediante un círculo de transmutación pintado con su propia sangre.
En busca de la Piedra Filosofal

La ley del intercambio equivalente, es decir, la transmutación de una cosa por algo de valor similar, era implacable. El “precio del pasaje” que habían pagado fue muy elevado. No sólo tuvieron que cargar sobre sus conciencias con lo que le habían hecho a su madre, sino que, como dije, Alphonse, sin duda el más perjudicado de los dos, había perdido todo su cuerpo. Edward también tuvo que pagar su penitencia con la pérdida de su brazo y su pierna, que por suerte pudo suplir gracias a unos implantes autómatas de acero o automails.
Esa situación resultaba insoportable para ellos, y poco después decidieron pasar a la acción. Ambos constataron que era imposible resucitar a su madre, y Alphonse acompañó a su hermano a lo largo y ancho del país valiéndose del título de alquimista nacional qué éste había obtenido para lograr su nuevo objetivo: recuperar sus cuerpos gracias a la Piedra Filosofal, una sustancia de propiedades casi milagrosas. Esto supuso un nuevo precio adicional, el de convertirse en las armas humanas del ejército (los “perros del ejército”, como solían llamar a los alquimistas nacionales), con todo lo que ello conllevaba en un país tan militarista y belicista como ese.

El alquimista de la armadura

Todo lo expuesto arriba nos es mostrado a base de flashbacks. Pasemos ahora a hablar sobre el presente. Con esa voluminosa armadura, Alphonse Elric no puede pasar desapercibido. De hecho, infunde mucho respeto allá donde va, y suelen adjudicarle a él el papel de Alquimista de Acero que le corresponde a su hermano, algo que hará enfadar mucho a éste. Por ello, la sorpresa de la gente es mayúscula cuando se enteran de que tan sólo tiene catorce años y es el hermano menor de los dos.
Cuenta también con un notorio manejo de la alquimia, aunque no llega al nivel de Edward. Mientras que el Alquimista de Acero es capaz de transmutar cualquier cosa simplemente uniendo las palmas de sus manos, nuestro voluminoso personaje necesita hacer un círculo de transmutación como todo alquimista de a pie.

La vida del menor de los Elric dista mucho de ser normal. No puede comer ni dormir, y carece por completo del sentido del tacto o cualquier otra respuesta física a su entorno. Esta situación podría hacer peligrar la cordura del más pintado, pero generalmente su actitud será normal, y hasta optimista, aunque en cierto momento será presa de la desesperación, hasta el punto de dudar de su propia identidad.
A pesar de todo, su situación tiene sus ventajas. No siente dolor en la batalla y no muere aunque sufra graves daños (siempre y cuando no se malogre su círculo de transmutación que está en su interior), además de ser inmune al cansancio físico.

Un gigante bonachón

Como mencioné, el nuevo aspecto de Alphonse puede parecer imponente, pero su personalidad no podría ser más opuesta tanto a su apariencia como a la forma de ser de su hermano mayor. Es bastante maduro para su edad, y tiene un carácter pacífico y conciliador. Suele rehuir el conflicto cuando le es posible, aunque se enfrentará a los rivales con determinación cuando la situación lo requiera. Es más bien tímido, y su faceta benévola y sentimental se hace patente en las situaciones cómicas, como cuando trate de dar cobijo dentro de su armadura a gatos abandonados.
También se verá obligado a sufrir las consecuencias de los excesos del poco reflexivo Edward, quien suele meterse en peleas y emprender aventuras poco prudentes, llegando a lamentarse de tener que cargar con semejante hermano. Realmente parece él el hermano mayor (y no sólo por la estatura).

Conclusión y recomendaciones
Alphonse es el pequeño de los dos hermanos Elric, pero el más maduro y prudente. Aunque ha sido el más perjudicado por las desastrosas consecuencias del intento de resucitar a su madre, procura ser fuerte y siempre intentará brindar apoyo moral a Edward. Sus dotes alquímicas no llegan a la altura de las de su hermano mayor, pero aún así es bastante competente en su manejo. El tamaño y resistencia de la armadura, así como las ventajas asociadas a la misma , le proporcionará una ventaja extra.
Como pasa con todas las series con tomos no autoconclusivos, no puedo hacer una recomendación en especial más allá de empezar la serie de manga Fullmetal Alchemist y continuarla si os gusta (hay un total de 27 tomos. Hay mangas mucho más extensos que ese).


En cuanto al anime, existen dos versiones. La primera, estrenada en 2003, comienza como una adaptación bastante libre que sigue una senda radicalmente distinta a partir de la segunda mitad de la misma.
La segunda, titulada Fullmetal Alchemist: Brotherhood (2009), es mucho más fiel y prácticamente no tiene relleno.
Existe una película para cada una, El conquistador de Shambala (2005) y La estrella sagrada de Milos (2011) respectivamente. Cabe destacar que la serie Brotherhood puede ser visionada online de forma gratuita y totalmente legal a través de su canal oficial de Youtube, aunque tuvieron la poca decencia de no subir el último capítulo. .

