
The Legend of Zelda: Twilight Princess siempre ha sido una entrega especial para mí. Pese a que no soy precisamente nuevo en lo referente a los videojuegos, no caté un Zelda (sin contar partidas rápidas en casas de amigos) hasta que llegó a mis manos la última entrega de la franquicia en GameCube y primera en Wii. De hecho, fue en esta plataforma en la que la disfruté, inaugurando esa nueva experiencia que era el manejo del WiiMote en diferentes aspectos (usar los controles separados en ambas manos, apuntar a la pantalla ocasionalmente, el micro incorporado en el mismo, etc.). También puede que influyese el hecho de que en ese momento estaba en un momento de cambio. El verano de 2007 fue un intervalo entre dos etapas, el final de la Selectividad y el primer año de la Universidad. Por unos momentos, jugar unas partidas a The Legend of Zelda: Twilight Princess hacía que me olvidase de ese inminente escenario incierto para refugiarme en el mágico mundo de Hyrule.
Todo ese componente subjetivo no debe desmerecer el juego propiamente dicho. Aunque hay quien lo tachó de demasiado contiunista, esa pugna entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, por muy manida que esté a estas alturas, sigue funcionando magníficamente bien, representada con el paso del mundo de la luz al del Crepúsculo. Además, los enemigos tienen unos diseños geniales y Midna es el mejor ayudante que he visto hasta ahora en un videojuego de la serie.
Todo este cóctel de experiencias objetivas y subjetivas son los que hacen que tenga tanto cariño a este título y explican que me hiciese tanta ilusión descubrir que Norma Editorial había sacado a la venta un manga basado en él, mientras echaba un vistazo en una tienda de cómics en Salamanca durante una visita a unos viejos conocidos de esta página, hace ya varios años. Pese a todo, no fue hasta hace relativamente poco cuando me animé a adquirir la colección, la misma que ahora me dispongo a reseñar.

Para empezar, debo decir que este Twilight Princess no es la primera adaptación al manga de la franquicia. De hecho, tampoco lo es para la editorial ni para Akira Himekawa (que, si bien las autoras firman como una persona, en realidad es un dúo artístico, A. Honda y S. Nagano). En una anterior colección, habían pasado lista a Ocarina of Time, Majora’s Mask, A Link to the Past, The Minish Cap, Oracle of Ages, Oracle of Seasons, Four Swords y Phantom Hourglass. Todos ellos ocupan un tomo, salvo Ocarina of Time y Four Swords, que se componen de dos. Por lo tanto, la novedad radica en ser la primera serie relativamente larga basada en un Zelda. Francamente, es de agradecer, porque los que me leí de la otra colección me parece que tienen una narrativa demasiado apresurada, van demasiado al grano. Y, para mí, no podrían haber elegido un título mejor para explayarse.
El estilo mismo de los Zelda deja abierta muchas posibilidades para aquél que los quiera adaptar a un formato más narrativo. Recordemos que Link es invariablemente un ser mudo, al que movemos de un lado de Hyrule a otro. Es el que lucha contra el mal, encuentra objetos arcanos, ayuda a quien lo necesita y en última instancia, salva el mundo, sí, pero apenas conocemos nada de su carácter. Eso, como digo, da mucha manga ancha. ¿Cuál es el caso del manga Twilight Princess? Desde mi punto de vista, las Akira Himekawa le han dado un enfoque bastante interesante. Y eso que, de primeras, no presagiaba nada bueno. Nunca les perdonaré haber roto el ambiente misterioso de la escena inicial, en la que Moi pregunta a Link retóricamente la razón por la que la gente se pone melancólica con la llegada del crepúsculo y aquél responde “¿porque les entra hambre?”. Tenía la pinta de que habrían hecho de Link el típico héroe shonen tragón, despreocupado e histriónico. Por suerte, sería una falsa alarma.

Como en el Twilight Princess original, Link es un habitante de Ordon, una pequeña y apacible localidad en la que reina la paz. Eso no quiere decir que se mantenga ocioso, pues allí nunca le faltan tareas. Ayuda a Moi, el espadachín del pueblo, a recoger leña, pastorea a las cabras (las cuales, junto a las calabazas, hacen famoso al pueblo en la región) y, en general, se presta a cualquier labor siempre que puede. Su actitud ejemplar le ha convertido en un modelo a seguir entre los niños del lugar. Además, tiene una yegua llamada Epona, y mantiene una estrecha amistad con Ilia, entre los cuales existe una atracción mutua. No obstante (y aquí viene el gran aporte del manga), bajo esa fachada se encuentra un Link atormentado por su pasado. Dando una explicación a por qué sus orejas son puntiagudas, en contraste con las del resto del vecindario, nos encontramos con que Link es un forastero que lleva menos de dos años en Ordon. No voy a entrar en detalles por si alguien no lo ha leído, pero se siente responsable por cierta fatalidad que sucedió en su tierra natal. Por ello, en realidad siente una especie de síndrome del impostor por muchas alabanzas que reciba de sus vecinos.
En esta aventura vemos una de las posibles reacciones que alguien puede tener cuando se entera de que es el elegido de las diosas para salvar el mundo. En los videojuegos no hay nada de eso, debido a que no dice ni una palabra, y eso sin duda le resta mucho dramatismo y capacidad de empatizar con el protagonista. En cambio, en el manga vemos a un Link que en un primer momento se muestra abrumado por la responsabilidad e inseguro de sus capacidades para llevar a cabo la misión. Conforme vaya avanzando la historia, se verá sumido en una encarnizada lucha interna que le hará evolucionar en su personalidad.

El manga de Twilight Princess sigue lo fundamental de la historia original. Como recordaréis quienes lo hayáis jugado, monstruos comandados por el fornido Rey Bublin atacan a Link y compañía, secuestran a Ilia y a Iván (el pequeño hijo del alcalde), dejando inconsciente a nuestro héroe. Al despertar, acude en ayuda de sus amigos, pero termina cayendo en manos de las fuerzas del Crepúsculo, que le transportan a su mundo, sufriendo en el proceso una misteriosa transformación en lobo. En las mazmorras del palacio de Hyrule conoce a Midna, una especie de chica-diablillo arrogante, traviesa y maliciosa. Juntos, se embarcarán en un viaje en busca de la sombra fundida, la forma física que entraña un poder inconmensurable con el que derrotar a Zant, el usurpador del reino del Crepúsculo que, al parecer, está detrás de todo esto.
Eso sí, como suele suceder en muchas adaptaciones, aunque siga la línea de la trama, los detalles y la forma en la que se llega a una situación determinada a menudo varían. Por ejemplo, al principio se juntan dos eventos. De un lado, la búsqueda de Talo y Lalo (dos de los niños amigos de Link), en el que nuevamente el primero se extravía en el bosque (aunque por razones un poco diferentes) y, de otro, el ataque del rey Bublin. En el juego, por el contrario, vamos en busca de los hermanos y, al día siguiente, Link acude a la fuente a encontrarse con Ilia, donde es atacado por el rey Bublin y sus secuaces. Podría poner muchos más ejemplos, pero entraría en spoilers y alargaría demasiado este artículo.

En todo caso, considero que esta versión combina bastante bien la fidelidad a los hechos del juego con las inevitables licencias que ha de tener un formato tan diferente como es el manga. Así, veremos a los principales personajes de la trama, como la tabernera Telma, el sacerdote de Kakariko Leonardo, el Yeto y su esposa, el erudito Shad, o la guerrera Salma, teniendo sus respectivos momentos de gloria, ya sea los que presenciamos en GameCube o Wii (o WiiU) u otros de la cosecha de las autoras. Por ejemplo, aquí el papel del malvado Rey Bublin, Ilia y Shad son considerablemente ampliados, con escenas en ausencia de Link. También Salma tendrá su momento y, de hecho, las autoras reconocieron que disfrutaron mucho con sus escenas, al valorar positivamente a los personajes femeninos que no están simplemente para figurar como mero interés amoroso del protagonista.
Siguiendo con las licencias, cabe destacar algunas curiosidades. Por ejemplo, el hecho de que Midna, antes de ser transformada en diablillo, tuviese un lobo como mascota. Es posible que se inspirasen en Hyrule Warriors, donde es acompañada de un lobo que aparece durante la celebración de la victoria. Asimismo, aquí es mucho más palpable cómo Midna va desarrollando sentimientos amorosos hacia Link, obsequiándonos con alguna que otra escena cariñosa entre ambos personajes. Seguramente esto haga las delicias de los fans que shippean (emparejan) a ambos personajes, aunque a mí me gustaba más la sutileza con la que este asunto era tratado en el juego. Aunque es de suponer que realmente se hubiese enamorado de él (no sería precisamente una rareza en la saga), la mayoría de detalles que observábamos ahí dependían mucho de la interpretación del jugador, y lo que resultaba verdaderamente incuestionable era la complicidad y la camaradería que había entre ambos. Personalmente, creo que se les fue la mano en nombre del fanservice.

Por último, me gustaría señalar el carácter oscuro y violento de la adaptación. Tanto, que me sorprende ver algo así en un producto con el sello de Nintendo. Hay no pocas escenas sangrientas, y una en concreto prácticamente llega al ensañamiento. Ésta tiene mucho que ver con determinado giro de guion que veremos en torno al ecuador de la serie, uno que rompe por completo con el carácter predecible que hasta ese punto tenía la historia para aquellos que completamos el juego, pero que engarza con cierta tradición de la franquicia. Felicito a las autoras, pues uno de los “inconvenientes” de adaptaciones más fieles es que sabemos los derroteros por los que va a transcurrir la historia, y por un momento lograron hacerme dudar de lo que creía saber de la misma. No es la primera vez que ocurre, pues hay algunos elementos argumentales totalmente nuevos que, lejos de desviar en exceso la trama, tienden a enriquecerla. Eso sí, hay algunos detalles que contradicen el lore y encuentro molesto que se use la palabra “crepúsculo” sin ton ni son (no sé si será por la traducción).
En resumen, el manga de The Legend of Zelda: Twilight Princess cumple con la fidelidad a la historia original, al tiempo que le aporta nuevos elementos acordes al formato y que sorprenden algo a aquellos que ya la conocemos. Su estilo oscuro y violento y sus toques épicos lo hacen bastante disfrutable, aunque, desde mi perspectiva, se les fue la mano con el romance. Sus once volúmenes lo convierten en una colección corta, pero lo bastante extensa como para que no sepa demasiado a poco.
