A ver, confesemos algo: todos hemos fantaseado con clonarnos para que otra versión de nosotros limpie la casa o vaya a la oficina. Pues The Alters toma ese deseo adolescente y lo estampa contra un planeta radioactivo donde tus yoes alternativos podrían apuñalarte por servir sopa fría. Imagina Frostpunk mezclado con Dark Matter, dirigido por Christopher Nolan después de tres cafés dobles. Esto es lo que hace 11 Bit Studios: convertir tus traumas en gameplay y tu crisis existencial en un menú de gestión de recursos.
Yo entré esperando simular estrés y salí con sudores nocturnos, preguntándome si mi alter «Físico Nuclear» habría sido más feliz vendiendo artesanías en Etsy. Y eso es el genio de este juego.
La Premisa: Un Hombre, Diez Jans y un Sol que Quiere Freírlos como Huevos
Todo empieza como un thriller sci-fi de manual: Jan Dolski, un obrero espacial con acento polaco y pasado de mierda, se estrella en un planeta donde el sol emite radiación letal. Su misión: recolectar Rapidium, un mineral que altera la realidad (sí, el «unobtanium» de siempre, pero con charm eslavo). Lo genial es el giro: sin tripulación viva, Jan usa el Rapidium para clonarse a sí mismo. Pero no son copias idénticas: son él en vidas alternativas. ¿Qué pasaría si hubiera estudiado física? ¿O si no hubiera dejado a su esposa? ¿O si se hubiera hecho youtuber de reviews de herramientas? Cada alter es un «y si…» andante, con su propia personalidad, habilidades y rencores hacia ti por arruinarles la vida.
El primer alter que creé fue Jan Minero: un tipo con barba de leñador y un trauma con el alcohol, porque en su línea temporal siguió los pasos de su padre abusivo. Cuando lo vi entrar en la base —una rueda gigante que parece la llanta de un Monster Truck alienígena—, lo primero que hizo fue vomitar en un rincón y gritarme: «¡Tú no eres mi puto capitán!». Acto seguido, se desplomó borracho. 10/10 en representación realista de los sábados de mucha gente.
Gameplay: Base-Building, Karaoke Cósmico y el Infierno de la Batería
El núcleo del juego es un tríptico diabólico:
- 🏭 Construye tu base rodante como un Tetris de la ansiedad:
La base es una estructura modular dentro de una rueda gigante. Cada habitación (cocina, laboratorio, sala social) es una pieza que encajas en una rejilla 2D. Parece simple hasta que tienes que meter 6 dormitorios, un invernadero y una sala de karaoke (sí, es vital) en espacio para cuatro. Lo bueno: puedes reorganizar todo gratis, sin costes de recursos. Lo malo: después de tres reajustes, tu base parece el apartamento de un estudiante de filosofía: caótica y con olores raros. - 🪐 Explora un planeta que parece pintado por Giger en su fase depresiva:
Fuera de la base, el planeta es un erial de rocas grises, mares de petróleo y anomalías flotantes que te irradian si las rozas. Aquí es donde The Alters se pone controversial. Para explorar necesitas energía de tu traje, y esa batería dura menos que la paciencia de un gato con un láser. Corres 20 metros, recargas. Escalas una roca, recargas. Respiras… recargas. Es como si Death Stranding y una powerbank defectuosa tuvieran un hijo.
Pero lo peor son los minijuegos de exploración: para extraer minerales profundos debes colocar sondas formando polígonos. Suena fácil, pero es tan emocionante como hacer la declaración de la renta. En mi cuarta hora escaneando el mismo pedrusco, entendí por qué Jan quería clonarse: para que otro fuera en su lugar. - 👥 Gestiona a tus clones como un manager de Starbucks en hora punta:
Aquí brilla el juego. Cada alter tiene habilidades únicas: Jan Científico investiga tecnologías, Jan Doctor cura radiación, Jan Guardia… bueno, vigila que nadie robe el café. Pero no son robots: tienen necesidades emocionales, traumas y opiniones muy fuertes sobre tus decisiones.
- ¿Asignas a Jan Botánico a minar uranio? Se deprime y trabaja más lento.
- ¿No construyes un gimnasio que Jan Culturista pidió? Te saboteará el oxígenador.
Lo más bestia son los diálogos: puedes elegir ser compasivo, autoritario o manipulador. En mi partida, Jan Músico (un hippie con rastas) descubrió que sus recuerdos eran falsos y entró en crisis. Le ofrecí apoyo… y me escupió. Le ordené callarse… y se autolesionó. Al final, se cortó un brazo en la cocina para «sentirse real». Acto seguido, murió desangrado. Fue tan brutal que apagué la PC y fui a contarle esto a un amigo.
La Magia (Negra) del Sistema de Crisis
Como en Frostpunk, 11 Bit Studios ama castigarte con desastres. Cada 10 días, una tormenta magnética golpea tu base:
- Los módulos se averían.
- La radiación exterior sube un 300%.
- Tus alters se asustan y discuten como influencers en una fila de aeropuerto.
En una de estas crisis, tuve que elegir entre:
a) Forzar a los Jans a trabajar horas extra (arriesgando que uno muriera de agotamiento).
b) Usar nuestras últimas reservas de agua para enfriar los reactores.
Opté por lo segundo… y sin agua, la comida se volvió papilla radioactiva. Jan Chef (un gourmet snob) se enfureció tanto que incendió el almacén. Perdí 3 días de recursos. Fue glorioso.
Lo que Eleva esto a Obra Maestra
✨ Alex Jordan, el actor que interpreta a TODOS los Jans, merece un Óscar (o terapia de por vida):
Desde el cinismo de Jan Técnico hasta la voz quebrada de Jan Padre (que abandonó a su hijo), cada alter tiene vocalizaciones únicas. En una escena, cuatro Jans cantan una balada polaca en karaoke. En otra, Jan Soldado llora al recordar a su perro. Es un tour de force actoral que ni Rufus Sewell en The Man in the High Castle.
💥 Tus decisiones MATAN (emocionalmente):
No es como Mass Effect, donde elegir el color de explosión final cambia poco. Aquí, una opción en el Acto 1 puede hacer que en el Acto 3 un alter te traicione. Por ejemplo: si ignoras las advertencias de Jan Ecologista sobre extraer demasiado Rapidium, él liberará gases tóxicos en la base para «salvar el planeta». ¿Resultado? Tres Jans hospitalizados y una misión fallida.
🎨 Un mundo que respira melancolía eslava:
No hay aliens ni naves sexy: solo paisajes desolados, máquinas oxidadas y cintas de VHS de comedias polacas de los 90 que tus alters ven para relajarse. Hasta el diseño de los objetos —desde una tostadora hasta el quantum computer— parece sacado de un IKEA soviético. Es una estética brutalista que enamora por su autenticidad.
Lo que Hace que Quieras Romper el Mando
☢️ La batería del traje es el peor villano:
Limita la exploración a micro-paseos de 5 minutos. ¿Ves esa cueva con minerales? No puedes llegar. ¿Quieres escalar ese acantilado? Vuelve después de 3 recargas. Es un sistema anticuado que no añade tensión, solo frustración. Es justamente una de las cosas que más me molestan cuando se introducen en un videojuego.
🔄 Minijuegos que parecen relleno de última hora:
Colocar sondas para minerales, hackear paneles girando ruletas… son mecánicas simples que se repiten hasta el aburrimiento. En un juego sobre realidades cuánticas, esperaba puzzles más creativos que «une los puntos».
Veredicto Final: ¿Merece la pena jugar?
The Alters es como una terapia de choque disfrazada de juego de gestión. Te obliga a enfrentar preguntas incómodas: ¿Quién serías sin tus errores? ¿Tratarías a tus «yos» alternativos como personas o herramientas? Y lo hace con una narrativa tan madura que hace parecer a The Last of Us un cuento de Disney.
¿Es perfecto? No. La batería es un crimen, los minijuegos son filler y el ritmo a veces se hunde en tareas repetitivas. Pero cuando conecta —cuando tus alters cantan juntos, cuando un dilema te hace sudar o cuando un giro te deja sin aliento— es una de las experiencias más originales del año.
Como resumió un alter en mi partida: «El universo es caos, Jan. Nosotros solo somos el polvo que intenta creer que importa.»
The Alters está disponible en PC, PS5 y Xbox Series X/S. Si te gustan los juegos con alma, dilemas morales que duelen y clones que te insultan en polaco… esta es tu próxima obsesión. Si no… siempre puedes volver a tu vida monocolor. Pero después de esto, quizás la veas distinta.
«¿Crees que soy solo tu copia? Púdrete, capitán. Yo viví cosas que tú ni soñaste.»
— Jan Soldado, antes de reprogramar los escudos para bailar polka.