Si hay algo que nunca olvidaré de mi tiempo en la plataforma petrolera Beira D de Still Wakes the Deep, es el sonido del viento aullando entre los pasillos metálicos, como si la estructura misma gritara por ayuda, o las gotas de lluvia cayendo por los vidrios de las ventanas, mientras me quedaba mirando a la tormenta en el exterior durante una llamada telefónica. Este juego, ambientado en los años 70, no solo me arrastró a un escenario físicamente claustrofóbico, sino a una historia donde el miedo y la humanidad chocan de formas inesperadas. Como alguien que completó cada rincón de esta experiencia, puedo decirles que no es solo un juego de terror: es un viaje emocional que te agarra por los hombros y no te suelta.
La Historia: Más Allá del Abismo
Caz McLeary, nuestro protagonista, no es un héroe de acción ni un superviviente experimentado. Es un hombre común, un electricista con un pasado turbulento que busca redención trabajando en medio del Mar del Norte. Desde el primer momento, el juego te hace sentir su humanidad: sus conversaciones con los compañeros de la plataforma están llenas de bromas cansadas, preocupaciones cotidianas y ese humor ácido que solo surge entre quienes comparten el mismo infierno laboral. Pero cuando una extraña entidad emerge de las profundidades tras un accidente en una perforación, la rutina se convierte en pesadilla.
Lo que más me atrapó de la trama fue cómo equilibra lo sobrenatural con lo personal. La entidad no es solo un monstruo genérico; es una fuerza casi lovecraftiana que distorsiona la realidad, haciendo que la plataforma se retuerza como un organismo vivo. Pero el verdadero terror no está en los tentáculos o las sombras, sino en la forma en que los personajes enfrentan su propia fragilidad. Caz no lucha solo por sobrevivir: lo hace para proteger a sus compañeros, especialmente a su amigo Roy, cuya lealtad se pone a prueba, y a Fiona, una ingeniera cuya determinación esconde heridas propias.
El guion evita los clichés del género. No hay saltos fáciles ni sustos baratos. En su lugar, hay silencios incómodos, decisiones morales en segundos (¿salvar a un colega o asegurar tu escape?), y un final que, sin spoilear, te deja pensando si fue la mejor decisión o no. Es una historia sobre culpa, sacrificio y cómo el miedo puede unir o destruir incluso a los grupos más unidos.




Personajes: Voces en la Tormenta
Los compañeros de Caz son el alma del juego. Cada uno tiene una personalidad distintiva, desde el gruñón jefe de seguridad hasta la joven aprendiz que oculta su ansiedad tras una sonrisa. Lo genial es que no son meros NPCs esperando a ser rescatados: sus reacciones ante el caos varían. Algunos entran en pánico, otros se vuelven paranoicos, y unos pocos revelan una valentía inesperada.
Roy, por ejemplo, es ese tipo que siempre tiene un chiste listo para aliviar la tensión, pero cuando las luces empiezan a parpadear, su voz tiembla igual que la tuya. Fiona, por otro lado, es una líder nata, pero hay momentos en los que la cámara captura su mirada perdida, recordándote que incluso los fuertes tienen grietas. El diálogo es natural, con acentos escoceses y referencias culturales de la época que añaden autenticidad. Hasta los documentos que encuentras explorando cuentan mini-historias: una carta de amor no enviada, una queja sobre el café… detalles que convierten la plataforma en un lugar que alguna vez fue vivo.



Jugabilidad: Entre el Ingenio y el Desespero
Aquí es donde Still Wakes the Deep brilla con luz propia… o más bien, con la tenue iluminación de una linterna que podría apagarse en cualquier momento. El juego mezcla exploración, puzzles y secuencias de huida de forma orgánica. No hay armas ni combate tradicional; tu ingenio es tu mejor herramienta. Recuerdo una escena en la que tuve que restablecer la energía del reactor mientras la entidad merodeaba cerca. Cada paso sonaba como un trueno, y el miedo a que el sonido de mi respiración la delatara era palpable.
Los puzzles son desafiantes pero lógicos. Un ejemplo: para activar un ascensor, debes buscar unos fusibles en diferentes áreas, o seguir los cables hasta llegar a un tablero eléctrico, pero el camino está bloqueado y hay una criatura que reacciona al movimiento. La solución no fue correr, sino moverme lentamente, conteniendo la respiración como si el monstruo pudiera oírme a través de la pantalla. Eso sí, alguna vez morí por errores tontos (¿quién no se desespera y termina sin ver el escondite más obvio?), pero los checkpoints son generosos, evitando frustraciones.
Las secuencias de persecución son intensas pero no imposibles. Requieren memorizar rutas y usar el entorno: cerrar compuertas para frenar al enemigo, esconderse en armarios mientras pasos retumban fuera… Eso sí, el control de Caz puede sentirse un poco rígido en momentos de pánico, pero quizás eso añade realismo: ¿acaso alguien se mueve con gracia cuando huye de una pesadilla?


Ambiente: Cuando el Escenario es el Enemigo
La plataforma Beira D es un personaje en sí misma. Sus pasillos oxidados, salas de control llenas de interruptores obsoletos y las terrazas azotadas por la lluvia crean una inmersión total. El juego usa el clima como herramienta narrativa: hay momentos en los que la tormenta es tan fuerte que no ves casi nada, y otros en los que la calma repentina resulta aún más inquietante.
El sonido merece una ovación. Desde el crujido metálico de la estructura hasta los susurros indistintos que parecen venir de las paredes, todo contribuye a una tensión constante. Incluso la banda sonora, minimalista pero efectiva, usa notas distorsionadas que imitan los sonidos de la plataforma, difuminando la línea entre música y ambiente.
Por supuesto, que siempre me hayan gustado las historias que transcurren en el mar influyó positivamente en el impacto que tuvo este juego en mí. Además, es en una plataforma petrolera, una estructura que siempre me ha parecido impresionante. Esto, sumado a que es un juego de los locos de The Chinese Room, que hacen cosas geniales como Layers of Fear o Little Orpheus, prometía un éxito casi garantizado para mí.

Reflexiones Finales: Un Horror con Corazón
Completar Still Wakes the Deep fue como terminar una novela intensa: inolvidable, pero agotador, porque terminas tan enganchado que puedes pasarte horas jugando sin querer pausar. No es perfecto; algunos giros narrativos se sienten apresurados, y hubo momentos en los que deseé más variedad en las mecánicas. Sin embargo, sus logros superan con creces sus fallos.
Lo que más me llevo es su humanidad. En un género donde los personajes suelen ser carne de cañón, aquí duele cada pérdida. Cuando finalmente apagué la consola, no solo sentí alivio por haber escapado de la plataforma, sino nostalgia por esas voces que, durante unas horas, se sintieron como compañeros reales. Still Wakes the Deep no te asusta solo con monstruos: te hace recordar que, en la oscuridad, lo que más importa es aferrarse a lo que nos hace humanos.
Este artículo fue escrito desde la experiencia personal de haber vivido cada segundo de Still Wakes the Deep, capturando tanto sus momentos de brillantez como sus imperfecciones, e incluso simplemente admirando el escenario. Por momentos, me sentí realmente ahí, en la plataforma, con el mar embravecido, el viento fuerte e implacable y la lluvia desatada. Si buscas un juego que te haga sentir, pensar y mirar dos veces las sombras en tu habitación, esta es una inmersión que vale la pena arriesgar.