Pafman(1987), el superhéroe particular de Joaquín Cera, quizás sea el personaje más conocido de la última generación de la Escuela Bruguera, aunque la editorial de la que recibe su nombre dejara de existir un año antes de su debut, en 1986. No voy a detallar aquí la historia de la editorial y el particular estilo artístico y narrativo de sus tebeos. De momento, basta decir que, durante varias décadas, se erigió como el gran icono del tebeo español.Revistas infantiles y juveniles, entre las cuales la mítica Pulgarcito ocupa un lugar especial, dejaron su impronta en a varias generaciones de ávidos lectores y dibujantes en potencia. Aunque algunas de ellas, como la susodicha publicación y TBO, comenzaron su andadura alrededor de 1920, despuntaron en la posguerra, ofreciendo risas y entretenimiento en duro y oscurantista peridodo. Para eludir la censura, recurrieron a una sátira costumbrista sutil e ingenua en aparecía, pero no por ello menos incisiva.
Así, la formación de una especie de “radiografía” sociológica de esta época quedó patente en series como Carpanta (Escobar, 1947), Don Pío (Peñaroya, 1947) o 13 Rue del Percebe (Ibáñez, 1961), entre tantos otros, cuyo denominador común es el fracaso permanente a la hora de lograr sus objetivos y el constante recurso a la picaresca como modus vivendi.
El mismo espíritu torpe, catastrófico y frustrado de éstos también se trasladaría a las parodias de héroes foráneos que estaban gozando de enorme popularidad dentro y fuera de nuestras fronteras, confiriendo a personajes de la talla de Sherlok Holmes y Watson –Mortadelo y Filemón (Ibáñez, 1957)-, Super Agente 86 –Anacleto: Agente Secreto (Escobar, 1964)- o, bastante más tarde, Supermán –Superlópez (Jan, 1973)-, una nueva y peculiar interpretación. Dentro de este caldo de cultivo, que aún conservaba plena vigencia bien entrada la década de los 80, fue donde el por entonces joven Cera desarrolló a Pafman, una torpe y desastrosa versión de Batman, que, junto con su compañero de fatigas Pafcat -un gato antropomorfo que hace las veces de Robin-, contaría con una creciente popularidad en las revistas Mortadelo, Súper Mortadelo y Mortadelo Extra -su espacio asignado llegó a duplicarse, pasando de dos a cuatro páginas- hasta su cierre en 1996. Ese suceso, aparentemente ajeno al mundo de fantasía de nuestro personaje, constituirá un antes y un después en sus aventuras.
La Colección Top Cómic de Pafman fue iniciada en 2004, unos siete años después del cierre de las aventuras de Pafman en su formato de historietas cortas, y se cerró en 2010 para dar paso al año siguiente a su nueva colección Crónicas de Pafman. De entrada, asistimos a un proceso análogo al experimentado en otras series que vieron incrementado significativamente su número de páginas. En primer lugar, supone el debut de nuevos e importantes personajes. Será así como conozcamos a Tina Tonas, la inteligente y atractiva sobrina de Pafman, y la mejor agente de policía a sus diecinueve años de edad -como dice el propio Cera, “¡se nota que esto es un cómic!”-. También hará acto de aparición el profesor Fuyú, un centenario “todólogo” -posee todos los títulos universitarios existentes, así tirando por lo bajo-, célebre por sus estrambóticos inventos, su hablar “checheante” que hará incomprensible más de la mitad de lo que diga y la mano de zombie que lleva todo el rato aferrada a su cuello desde La noche de los vivos murientes. Otros personajes ya existentes, como el polifacético comisario Mafrune o el supervillano Enmascarado Negro, recobrarán plena vigencia en esta nueva etapa.
Todas estas nuevas incorporaciones tienen como objetivo adecuarse a las nuevas necesidades narrativas de las aventuras largas, donde es imperativo presentar historias más complejas, una interacción de los personajes más elaborada y un mundo mucho más rico y poblado. Tina aportará el lado más serio y “cuerdo” a la historia, contrarrestando con su materia gris las torpezas de su tío, como Sophie en El Inspector Gadget. Fuyú será el inventor que todo héroe necesita, suplantando en buena medida a Pafcat y Pacostein en esa faceta. Mafrune verá aún más exacerbado su lado delirante, cambiando de papeles de forma aún más inverosímil si sabe -puede hacer de personaje secundario o incluso de extra, y hasta llegará a ser presidente del Gobierno en uno de los episodios-. Y, por supuesto, el Enmascarado Negro y otros villanos -cabe destacar la introducción de sus ayudantes Pillina y Lupo, personajes con especial facilidad para morir en cada aventura- se encargarán de hacer maldades que nuestros héroes deberán abortar.
Otro de los nuevos elementos habituales es una historia de conjunto más unitaria, sistematizada y coherente -dentro de la incoherencia inherente al propio personaje-, así como en la estabilización de una serie de rasgos más distintivos que dotan a la serie de mayor madurez. Con respecto a lo primero, por primera vez conoceremos la génesis de nuestros héroes. Se nos mostrará que sus poderes proceden de sus Paf-trajes fabricados con un poderoso y radiactivo paf-hilo, así como que el origen de Pafcat está muy relacionado al de esos trajes, descubriendo de paso que la mano derecha de Pafman no siempre tuvo forma de gato. Para darle una explicación más o menos satisfactoria a su larga ausencia, y de paso renunciar a la atemporalidad de la etapa precedente, se explicará que Pafman y su gatuno compañero quedaron congelados en el Polo Sur hasta 2004, momento en el que veremos cómo fueron encontrados por un grupo de científicos que procedieron a descongelarlos. No obstante, la razón por la que fueron congelados no llegará a saberse hasta el último capítulo de la colección.
En lo referente a la maduración de sus rasgos distintivos, hasta cierto punto se produce un proceso inverso al visto en otros casos análogos, como los de Mortadelo y Filemón o Superlópez. En ambos casos asistimos a un progresivo distanciamiento de sus referentes originales hasta alcanzar un cariz netamente propio. Mortadelo y Filemón acabaron perdiendo sus sombreros y pipas -y el paraguas en el caso de Mortadelo- que hacían referencia a al estilo de Sherlock Holmes y Watson. En el caso de Superlópez, en su faceta de superhéroe se produce una esquematización de la “S” de su traje, a la vez que en su papel de Juan López pierde su estética de chupatintas de los 40, su peinado “relamido” con raya en medio y sus gafas a lo Clark Kent, en favor de un peinado ondulado y un aspecto más informal.
Por el contrario, Pafman y Pafcat experimentan cierta identificación con su referencia original. Frente a esa especie de fusión entre los trajes de Batman y Superman -lo que se hacía evidente en su traje azul con capa roja- de la que hacía gala en sus historietas cortas, el nuevo Paf-traje posee más atributos que lo acercan a los del Hombre Murciélago: desaparece el antifaz, las orejas de la misma se tornan más erguidas frente a las “orejas gachas” de su predecesor, su color adopta una tonalidad más oscura (sin llegar a la del propio Batman) e introduce un cinturón al conjunto. Esa «batmanización» de Pafman, compaginado con una marcada personalidad propia, constituye un paso hacia su madurez como personaje. Lo mismo puede decirse de las referencias a otros elementos, como la Paf-cueva, el nuevo -y efímero- Pafmóvil o la caracterización de la metrópolis de Logroño, presentada como la mayor ciudad de la Unión Europea.
A pesar de la mayor magnitud de sus aventuras en términos de extensión, muchas características fundamentales siguen manteniendo claras líneas de continuidad con el Pafman de los “Mortadelo”. Cera vuelve a hacer gala de sus gags característicos, que ocupan tanto el centro de la acción como los elementos más recónditos del escenario, así como los continuos equívocos y juegos de palabras a los que nos tiene acostumbrados. También eleva la técnica de la ruptura de la cuarta pared a su máximo nivel, no sólo a través de alusiones directas a los lectores, al propio autor y al cómic -llegando a ironizar hasta con el elevado precio de los volúmenes-, sino también a través de la sátira sistemática hacia los convencionalismos del cómic, que en ocasiones llevará a los personajes a interactuar físicamente con elementos gráficos y fonéticos del cómic, como los bocadillos, las onomatopeyas o las viñetas.
También crea incongruencias temáticas a través del intrusismo de elementos del mundo del cine, como decorados, maquetas o actores, totalmente ajenas al cómic. Además incluye -y este es uno de los mejores indicativos de la maduración de de su humor- frecuentes referencias a temas de actualidad, sobre todo española, tanto con alusiones cargadas de crítica e ironía sobre cuestiones concretas de la realidad social y política, como con cameos de personajes famosos. Igualmente, nos encontramos una parodia dentro de la parodia intrínseca al personaje: el mundillo del terror –La noche de los vivos murientes (2005), la ciencia-ficción -como en Cabezones del espacio (2007)-, o las películas de espías –Agente Cero Cero Patatero (2009)- entre otros. De este modo, los gags se erigen como la auténtica columna vertebral de la acción, supeditándola a la historia y pautando su ritmo.
A nivel artístico, Pafman asume gran parte de la tradición de la Escuela Bruguera. El lugar central se encuentra focalizado por el movimiento y la expresividad. Los dibujos son lineales y presentan un esquematismo muy acusado de escenarios y personajes. Asimismo, los rasgos de estos últimos aparecen totalmente caricaturizados y estereotipados, con narices prominentes y ojos saltones. Todo ello permite obtener unas formas muy depuradas, que facilitan una mejor representación del lenguaje corporal, al tiempo que ofrece una mejor visión de conjunto de lo que transcurre en la viñeta, para así poder apreciar mejor cada uno de los gags evidentes y ocultos que entrañan. Las líneas cinéticas y las onomatopeyas abundan por doquier, algo muy propio del dinamismo de la Escuela Bruguera.
Todos los ejemplares están a todo color, que, si bien dista mucho de ser perfecto, supone un contraste notorio tanto con las historietas de los “Mortadelo” -cuyo pésimo coloreado será objeto de alguna chanza por parte del autor- como con la posterior colección Crónicas de Pafman, de presentación en blanco y negro.
Si bien cuenta como ventaja la brevedad de las historietas (44 paginas), la relativa facilidad para obtener toda la colección (son sólo siete tomos) y el carácter autoconclusivo de las historias, la irregularidad del formato y precio de sus volúmenes desconcertará al lector. Sin duda esto es lo peor de la colección, y empaña el resultado final de una obra notable en sí misma, aunque el autor no tenga nada que ver con ello.
Los dos primeros tomos –Pafman redevuelve (2004) y La noche de los vivos Murientes, (2005), los mejores en cuanto a formato- son de tapa blanda, e incluyen extras y una recopilación de algunas de sus historietas cortas. Los tres siguientes –Pafman in USA (2006), Cabezones del espacio (2007) y 1944 (2008)- son también de tapa blanda y únicamente tiene la propia historieta. Los dos últimos –Agente Cero Cero Patatero (2009) y Pafdark: el Cabestro Oscuro (2010)- son de tapa dura y bastante más grandes, casi duplicando el precio con respecto a la segunda tanda. Estas irregularidades en su publicación -que tienen que ver con la política de la editorial, las ventas descendentes del cómic, etc.-, han llegado a su máximo en la actualidad con la cancelación de Crónicas de Pafman en 2013, con tan sólo dos volúmenes, y una presentación en blanco y negro que rompe por completo con su estilo habitual. Sólo nos queda esperar que en el futuro llegue una nueva colección de Pafman con una periodicidad más generosa y un formato estable.
Pafman regresa siete años después con todo lo mejor de la serie bajo el brazo, y unificando simultáneamente lo nuevo y lo viejo en un todo compacto y homogéneo. Bajo el inconfundible sello de la Escuela Bruguera y la no menos importante impronta personal de Cera, esta colección nos brinda humor a raudales y aventuras trepidantes que harán las delicias tanto de lectores veteranos nostálgicos como de neófitos. Desgraciadamente, la irregularidad de formato y precio, así como el hecho de tratarse de una de las sagas de Ediciones B más difíciles de encontrar en tiendas y convenciones actúa como elemento disuasorio. A día de hoy, es posible que estemos ante uno de los personajes más incomprendidos de Ediciones B.