Mi primera toma de contacto con los videojuegos se produjo a través del viejo ordenador 286 (¿o era 386?) de mis padres. En efecto, se trataba de un PC muy antiguo, incluso durante el ecuador de mi infancia, época en la que el primer Pentium ya había hecho acto de aparición, el Windows comenzaba a despuntar y el sistema operativo MS-DOS y sus programas compatibles no tardarían en entonar su canto del cisne. A pesar de todo, y a través de distintos aportes, tuvo una cantidad de juegos no excesivamente extensa, pero sí medianamente aceptable, con la que disfruté de ciertas partidas ocasionales. La variedad también acompañaba: había desde títulos literalmente prehistóricos tipo arcade, técnicamente equivalentes a los de Atari 5200, o incluso (algunos de ellos) a los de la 2600, a otros más modernos y complejos, ya con trama, desarrollo en niveles con principio y final y unos gráficos y paleta de colores decente. Tras haber analizado dos de los adscritos al segundo grupo (véase el Prehistorik o el Prince of Persia), hoy trataré por fin uno de los del primero. Es hora de hablar de Alley Cat (1984), desarrollado por Bill Williams.
En éste, controlamos a un gato callejero negro con el que superaremos diferentes obstáculos para acumular la mayor cantidad de puntos posible. El escenario inicial transcurre en las calles donde, utilizando como plataformas los cubos de basura instalados aquí y allá, a los que accedemos mediante saltos verticales (tecla de dirección hacia arriba) o diagonales con carrerilla (arriba e izquierda o derecha simultáneamente), siempre teniendo en cuenta que los gatos traicioneros asomarán de cuando en cuando la cabeza desde el interior de los mismos para hacernos caer, de lo que se aprovecharán los perros que patrullan constantemente el lugar y que será imperativo esquivar para no perder una vida.
Una vez que hemos alcanzado la cúspide de la valla, el siguiente paso consistirá en entrar en una de las ventanas que se van abriendo propulsándonos a través de la ropa tendida y evitando que nos alcancen los diferentes objetos domésticos arrojados desde su interior (de lo contrario, nos despediremos de otra vida). Si por el camino logramos atrapar algún ratón, obtendremos algunas decenas de puntos.
Una vez traspasada dicha ventana, aparecerá, de forma aleatoria, uno de los cinco escenarios posibles:
- Una habitación con una jaula ubicada en el centro de una mesa, y con una escoba levitante y con voluntad propia que nos entorpecerá la tarea de hacerla caer al suelo y atrapar al pájaro que saldrá de su interior. Este elemento está presente en todas las pantallas, haciéndonos volar por los aires dando vueltas sin control y, si tenemos mala suerte, expulsándonos de la misma si caemos en la ventana por la que habíamos entrado. Para que nos deje en paz por un periodo limitado de tiempo, conviene dejar unas cuantas huellas en el suelo para que se preocupe en limpiarlas, aunque habrá que andarse con ojo de que en ese momento no haga acto de aparición el perro de la casa (otra constante junto con la escoba).
- Otra con un queso gigante de cuyos agujeros emergerán hasta cuatro ratones a los que hay que dar caza antes de que desaparezcan y emerjan en otro lugar. Es una buena idea saltar de agujero en agujero y, en cualquier caso, movernos todo lo posible para evitar que nos alcance la escoba y tengamos más posibilidades de sorprender a los ratones.
- Una estancia con una estantería en cuya cúspide se encuentran los tres floreros, que constituyen los objetivos del nivel. Además de los consabidos escoba y perro, el principal obstáculo es una araña de gran tamaño que descenderá en cuanto nos acerquemos, por lo que para que para superar la pantalla será necesario esperar a que descienda para hacernos con los jarrones. Lo más prudente es hacerlo en dos tiempos.
- Una cuarta con una pecera a la que debemos acceder para comenzar la verdadera prueba, para lo cual, y sin que sirva de precedente, la escoba puede echarnos una mano si calculamos bien la trayectoria. Ya en su interior, atraparemos a los preces evitando que nos alcancen las ondas eléctricas que circulan por el agua (no busquemos la lógica de eso) y perecer ahogados. Una buena manera de lograr ese objetivo es cazar los peces más superficiales en primer lugar para ascender a la superficie a tomar aire para, acto seguido, adentrarse en el fondo. Si el color del gato se torna rojo, hemos llegado al estado crítico previo a la muerte del mismo.
- Por último, la más difícil de todas, una sala repleta de perros a los que tendremos que robar la comida de sus comederos (tecla Alt, o botón A del mando de Xbox) sin que se despierten. La dificultad estriba en el hecho de que, una vez abiertos los dos ojos, tardará unos instantes en volver a la normalidad, momento en el que basta un solo instante en el que pasemos a su lado (por ejemplo, lanzados por la escoba) para que nos ataquen.
Una vez superado con éxito la prueba, se desbloqueará una partida de bonificación a la que accederemos atravesando una vez más la ventana. El objetivo será obtener el regalo del piso inferior y reunirse con la gata que aguarda en la cima. Los gatos que transitan los escalafones inferiores harán todo lo posible por dificultarnos el ascenso y, por si fuera poco, las flechas de Cupido que alcancen los corazones que forman el suelo los quebrarán, haciendo que descendamos hasta que perdamos el bonus si traspasamos el límite inferior de la pantalla.
En la pantalla inicial, el juego nos da a escoger con hasta cuatro niveles de dificultad en orden ascendente: Kitten (gatito), House Cat (gato casero), Tomcat (gato doméstico) y Alley Cat (gato callejero), aunque a poco torpes que seamos, cualquiera de éstos nos puede suponer un desafío. Además, conforme sumemos más y más puntuación, la dificultad se irá incrementando, lo que se notará en la menor cantidad de cubos y la mayor virulencia de la inteligencia artificial de los enemigos, algo a destacar en esta época. En esa misma pantalla nos darán a elegir entre usar teclado o joystick. Cabe destacar que, desde un equipo actual (emulador DOSBox mediante) el mando USB es perfectamente compatible. Yo uso mi mando de Xbox con el sello de GameStop y va como la seda.
En conclusión, Alley Cat es un juego sencillo, tanto en su mecánica como a nivel gráfico (una paleta de colores tan exigua y poco natural como la de los sistemas de principios de los 80) y sonoro (su ruido de fondo, como chasquidos de ritmo variable que no sé si puede ser considerado música, ambienta mucho más de lo que parece), pero desafiante y adictivo, por lo que esa más que apto para pasar un buen rato. A diferencia de otros juegos de la época, ha envejecido extraordinariamente bien en materia de jugabilidad.