Es muy habitual que un personaje de cómic (ya sea americano o manga japonés) posea poderes especiales. De hecho esta faceta se encuentra tan repetida que ha adquirido el carácter de cliché. Normalmente se asocia con atributos positivos como la fama, el prestigio, las aventuras y el poder. A fin de cuentas, ¿qué hay más molón que tener superpoderes? No obstante, no todo resulta tan idílico como parece. En los casos más extremos, pueden llegar a ser abiertamente rechazados por una sociedad que los aborrece por ser distintos, convirtiéndose en unos parias, independientemente de que salven a la humanidad de peligros mortales.
De entre todos los ejemplos que tratan esa faceta más oscura de las propiedades sobrenaturales tenemos a X-Men (1963) dentro del cómic americano como el ejemplo más paradigmático, aunque existen otros como Hellboy (1994), y en el manga japonés destacan InuYasha (1996) y Naruto (1999) como los más famosos. Después de todo, los personajes de las obras citadas son mutantes o directamente criaturas demoníacas, por lo que es normal que haya gente que les vea como algo amenazante. En la literatura, la cuestión de la estigmatizan social del diferente cuenta larga tradición, remontándose como mínimo a la obra de Mary Shelley titulada Frankenstein o el moderno Prometeo (1918). En tiempos más recientes, Carrie (1974) la famosa novela de Stephen King, aborda tanto las habilidades paranormales (en este caso la telequinesia, asunto que tocará el personaje de hoy) como la discriminación, aunque en este caso ambos fenómenos no guarden una relación de causa-efecto.
Dado lo trillado de la temática, es normal que obras como Brian the Brain, que entrarían un poco dentro de este grupo (aunque situado en las antípodas de todo lo que huela a superheroico), puedan ser prejuzgadas como una repetición anodina y poco original de las mismas fórmulas, pero pronto veremos hasta qué punto puede huir de muchos de los viejos clichés.
Un cerebro fuera de lo común
Brian es un personaje muy peculiar, empezando por su aspecto, aunque no se reduzca únicamente a eso. La anomalía física con lo que cuenta, tan extraña como impactante, es la de un cerebro desarrollado hasta límites sobrehumanos. Su envergadura es tal que fue imposible que se desarrollara la estructura ósea de la parte superior del cráneo, haciendo aflorar su cerebro del mismo junto con todas sus circunvoluciones de la región al descubierto. Estas malformaciones son consecuencia de una mutación provocada cuando experimentaron con su madre mientras aún se encontraba en proceso de gestación. La desdichada mujer no tuvo más remedio que trabajar como cobaya humana para la gran corporación médica Motor Lab al no encontrar otro empleo mejor. No hay que olvidar que la historia está ambientada en un futuro distópico en el que han sido traspasados todos los límites éticos en materia de experimentación humana.
Esta no será la única consecuencia, como tampoco lo es su cociente intelectual muy superior a la media, sino que desarrollará capacidades mentales con los que la mayoría de seres humanos tan sólo pueden soñar. En primer lugar, posee poderes telequinéticos, es decir, es capaz de mover objetos a distancia utilizando únicamente sus impulsos mentales.
En segundo lugar, también presenta habilidades telepáticas, o lo que es lo mismo, puede leer los pensamientos, emociones e intenciones de los demás. Quizás sea debido a ello ello por lo que detesta la hipocresía y el falso recurso a lo “políticamente correcto”, e incuso valore en su justa medida la franqueza del cruel Óliver, al concederle que “al menos es sincero, no como los otros”. Sus habilidades llegan hasta tal punto que incluso le permiten influir en la mente de otras personas. Si bien esto le permitirá ayudar a los demás (por ejemplo, a la hora de guiar a una amiga ciega), un uso incorrecto de estos poderes traerán consecuencias tan desastrosas como desagradables.
Problemas de integración
Ni qué decir tiene que en estas circunstancias Brian no podía llevar una vida normal, a pesar de todos los esfuerzos que hizo su madre para que acudiera a la escuela como los demás y se integrara con el resto de niños. Su cerebro expuesto le hacía extremadamente vulnerable a cualquier golpe, que podría traer consecuencias fatales. Tras sufrir un balonazo en la cabeza que estuvo a punto de costarle la vida, las reticencias de sus compañeros a jugar con él, que ya existían de por sí a causa de su aspecto, no hicieron más que aumentar por miedo a acabar matándole por error. También era susceptible a contraer dolencias poco corrientes, que resultaban tan repugnantes como sus agresivos tratamientos de choque, todo lo cual no hizo más que ir profundizando su aislamiento.
Lo sorprendente es que, a pesar de la discriminación, el desprecio y/o la indiferencia que en ocasiones suscita, así como de los efectos adversos que sus capacidades provocan a sí mismo y a los demás, sin olvidar un entorno familiar que cualquier persona “normal” acusaría como problemático, no se aprecia en él el más mínimo atisbo de resentimiento, rencor, abatimiento o derrotismo, o al menos no hasta pasado mucho tiempo ni en la medida que cabría esperar. En su lugar, su carácter ingenuo y apacible, casi entrañable, y sumamente formal, perdurará en él en todo momento, desde la infancia a la madurez. Quizás le reste algo de verosimilitud, pues hay que tener una fortaleza mental sobrehumana para no acabar loco después de las cosas traumáticas que tuvo que ver, pero en eso reside gran parte del magnetismo que ejerce hacia el lector.
En su niñez siempre se mostró dispuesto a ayudar a los demás, no sólo a sus amigos, sino a cualquiera, con independencia del nivel de trato que mantengan con él. Esto le hará granjearse simpatías y gratitud entre sus compañeros “normales”, aunque siempre limitada y condicionada por sus circunstancias. Con ello, se las fue apañando para lograr una cierta normalización en el trato con los mismos, e incluso ocasionalmente llegará a quedar para pasar el rato con ellos.
Más difícil lo tendrá durante su adolescencia debido a tres factores. Primeramente, durante esta etapa es cuando comienza la consolidación de la personalidad y la configuración los grupos sociales a partir de criterios de afinidad. En segundo lugar, el hecho de abandonar su casa y vivir en el laboratorio de Motor Lab hará que el extrañamiento con respecto al mundo exterior vaya en en aumento. Por último, y por razones que explicaré en el apartado siguiente, para entonces se había quedado sin sus amigos del colegio. Ya apenas le veremos interactuar con sus compañeros, y los únicos lazos de amistad que mantiene están restringidos al laboratorio en el que está internado: Monqi (un mono usado como cobaya al igual que él) y Sinan, una chica que perdió parte de sus cuatro extremidades en un accidente, pero que conserva cierta autonomía gracias a unas prótesis de última generación.
Pero será durante su etapa adulta donde todo ello se agrave. Por razones que no desvelaré, de la noche a la mañana nuestro personaje dejará de residir en el laboratorio y se dará de bruces con el mundo real, viéndose obligado a vivir en su propio apartamento y trabajar de oficinista. Es aquí cuando se hace totalmente patente que los temores de su madre sobre ser apartado de un entorno normal estaban totalmente justificados. Tras pasar tanto tiempo en su burbuja, Brian se sentirá como un pez fuera del agua a la hora de desenvolverse en sus labores cotidianas, muy especialmente en su entorno laboral. Su autoestima y su seguridad en sí mismo han caído en picado, pues llevará en todo momento un gorro para tapar la peculiar forma de su cabeza, y siempre rehuirá socializar con sus compañeros de trabajo, aunque su trato para con ellos sea invariablemente educado y respetuoso, hasta el punto de exagerar en sus modales hasta sobrepasar el límite de lo apropiado en ciertas situaciones. Todo esto provocará que los recelos hacia él no hagan más que aumentar, a lo que han de sumarse las envidias por su posición en la empresa. Le veremos con aspecto cansado, taciturno y algo demacrado, en parte también debido a su progresivo deterioro psíquico, que apenas logrará mitigar con el suministro de una droga por vía intravenosa.
Un entorno social inestable
Durante su infancia, sus únicos amigos de verdad eran los niños que padecen enfermedades crónicas o degenerativas, muchos de ellos en estado terminal. Por lo tanto, no es de extrañar que éstos acaben falleciendo. Para más inri, aquellos que no las padecen tampoco suelen acabar mejor, hallando su final de una forma un tanto rocambolesca y retorcida (cosas del autor).
A nivel familiar, las cosas no son mucho mejores. La salud de su madre tampoco es muy estable debido a su trabajo como cobaya que ya mencioné antes. No tiene muchos más familiares conocidos, o que al menos tengan un papel en el cómic, y los pocos que aparecen pasarán sin pena ni gloria. Su padre no vive con ellos al estar divorciados, y su “tío” (la pareja/amante de su madre) no durará demasiado a su lado. De hecho, todos sus seres queridos (desde su familia a su primer y platónico amor) le dejarán debido a diferentes motivos y de forma más o menos traumática según los casos, lo que le recordará una y otra vez a Brian lo efímero de la felicidad y las relaciones humanas.
Por lo tanto, y por paradójico que resulte, no es de extrañar que en su etapa en el frío y deshumanizado laboratorio haya sido donde lograse una mayor estabilidad emocional fruto de un entorno controlado, seguro, foco de las pocas amistades que pudo granjearse, como tampoco lo es su desorientación posterior una vez se vio obligado a regresar al mundo “real”.
Conclusión y recomendaciones
Brian the Brain es ante todo la personificación del diferente, aquel que se ve limitado a la hora de llevar una vida normal en lo cotidiano y en lo social. Su carácter ingenuo y entrañable hará que pronto empaticemos con él casi desde el primer momento y suframos con sus duras experiencias vitales y saboreemos con la misma intensidad sus momentos agradables y felices. Por último, aunque no por ello menos importante, lleva a un primer plano a uno de los colectivos más olvidados en los cómics, el de los enfermos crónicos y terminales y los que sufren algún tipo de discapacidad.
Si queréis empezar a conocer al personaje de Miguel Ángel Martín, empezad con el tomo recopilatorio de la editorial La Cúpula titulado simplemente Brian the Brain (2005), que recoge las historietas cortas de las diferentes revistas en las que publicó. Eso sí, aviso que no es apto para mentes sensibles, puesto que contiene algunas escenas y situaciones duras, desagradables y perturbadoras (algo que se rebajará considerablemente en sus dos secuelas).
Posteriormente se publicaron dos novelas gráficas de la mano de la editorial Rey Lear, Motor Lab Monqi: Retrato de Brian the Brain como adolescente (2013) y Out of My Brain: Viaje sin retorno (2014), correspondientes a su adolescencia y madurez respectivamente.