En el artículo sobre Carpanta expliqué cómo el maestro Escobar se las arregló para plasmar sobre tinta y papel una palmaria realidad del hambre y carencias de todo tipo bajo la pátina del humor, la ironía y unos eufemismos impuestos a golpe de censura. Seguramente, alguno de vosotros también recuerde cómo terminó abarcando la mayor parte de la historia reciente del cómic español, haciendo las delicias de varias generaciones de lectores.
Lo que no mencioné fue que esta no era su única serie en reunir estas características. De entre su extensa obra, existe otro personaje que nació al calor de otro tema de rabiosa actualizad y que sería bastante longevo, aunque en este caso su leimotiv no sea el hambre, sino un tardío éxodo rural español. Aquí, su contexto era el traslado masivo de grandes masas de población del campo a la ciudad iniciado bien entrada la década de los 50, al calor de un cierto desarrollo económico propiciado por una estabilidad impuesta a punta de fusil. Un personaje que, además, constituye un fiel representante del perfil sociológico de la inmensa mayoría de los emigrantes interiores de aquel momento, el de mano de obra joven y no cualificada que pasaba a engrosar empleos precarios y de baja cualificación, como podría ser el trabajo doméstico en el caso de las mujeres. Y es que, en efecto, se trata de una mujer. Así que dejémonos de preámbulos y pasemos a hablar de Petra, la “criada para todo” de Escobar, cuya fuente de inspiración fue, según cuenta, una amiga de juventud que conoció a los catorce años mientras ejercía como su empleo de repartidor en una oficina de telégrafos.
Del círculo a la linea recta
Cuando Petra apareció por vez primera en 1954 era un tanto distinta a la que vemos durante su madurez estilística, aunque no tanto como otros personajes. Pese a que ya lucía el tradicional uniforme de empleada del hogar consistente en un vestido negro y mandil y tocado blancos, así como su corta y característica melena, mostraba una constitución ligeramente achaparrada, una nariz chata y gruesa, que poco después llegó a ser simplificada con un gran círculo elíptico y bordados curvilíneos en la zona superior del mandil, que en los números siguientes se irían extendiendo hasta cubrirlo en su totalidad.

No obstante, la evolución del dibujo de Escobar fue fulgurante con este personaje, y en apenas dos años quedó patente un definitivo cambio de su grafismo en detrimento de la línea curva y en favor del trazado rectilíneo. Con ello, la constitución de Petra se volvió mucho más estilizada al tiempo que su nariz ganó longitud de manera exponencial, de forma bastante análoga a la de Carpanta, que recordemos que también sufrió una evolución similar en esta parte de la anatomía. Este predominio también se hizo patente en una modificación del diseño del delantal, que adquirió un contorno absolutamente recto y libre de adornos, que encuentra su culminación en unas grandes hombreras triangulares.

Una criada de armas tomar

Petra es una empleada del hogar de raíces pueblerinas y ligeramente tartamuda que trabaja para Patro, una mujer rubia y entrada en quilos de modo de vida acomodado que, no obstante, pretende aparentar más de lo que es, puesto que tan pronto busca codearse con la flor y nata de la alta sociedad como intenta evitar a los acreedores. Ésta suele mirar a nuestra protagonista por encima del hombro por sus rústicas costumbres (su famosa frase “siempre serás de pueblo” lo dice todo), al tiempo que muestra hacia ella un trato autoritario y arbitrario, encomendándola desde las tareas cotidianas hasta los caprichos más triviales. Por si fuera poco, la personalidad de la “señorita”, altamente manipuladora, su vagancia y falta absoluta de independencia (es incapaz de preparar un plato decente), la lleva a tratar por todos los medios de abortar cualquier oportunidad para romper la dependencia económica de su criada. Por ejemplo, puede llegar a intentar usurpar cualquier iniciativa o incluso tratar de arruinar la relación con alguno de sus pretendientes y, si se presenta la oportunidad, hasta quitárselo y así matar dos pájaros de un tiro: conservar a su criada y dejar de ser una solterona. Y todo ello a pesar de que jamás ofrece la paga con puntualidad (en varias ocasiones se habla por activa o por pasiva de los atrasos salariales).

Pero quien piense que esto basta para arredrar a la rústica criada no podría estar más equivocado. De hecho, suele revelarse ante cualquier situación que considere injusta, ya sea diciéndoselo a la cara a la propia Patro o a través de alguna treta y engaño para vengarse de ella. Tampoco tolerará el fraude ni la insistencia de los vendedores de puerta en puerta, contra los que se muestra implacable. El hecho de ser de campo le ha provisto de todo un bagaje de recursos de los que carece por completo la gente de ciudad, tal como trataré en el apartado siguiente.

De pueblo, y a mucha honra
A través de las continuas referencias a su pueblo (cuyo nombre, por cierto, es sumamente variable, aunque suele denominarse Carrascosa o Carrascalejo, seguido de Arriba, de Abajo o cualquier otro epíteto, según la historieta), Petra ejemplifica en clave de humor el desarraigo de los emigrantes rurales y el brutal contraste entre el campo y la ciudad que existía por entonces. Nos encontramos con un personaje bastante desorientado en un entorno urbano en el que prácticamente todo le resulta ajeno y extraño (zoos, supermercados, festividades y costumbres en general ,etc). Es habitual que compare dicho estado de cosas con su entorno campestre natal (las expresiones “eso en mi pueblo no pasa” o “en mi pueblo no hay de eso” son bastante frecuentes), y en ocasiones la embarga la melancolía y la nostalgia por el hogar, que consigue paliar a duras penas con excentricidades tales como acondicionar su casa para que se parezca a su pueblo.

Por si fuera poco, y como ya indiqué en el apartado anterior, debe soportar la actitud desdeñosa de Patro hacia sus toscos modales pueblerinos, así como las clásicas persecuciones y regañinas cuando emplea alguna castiza e ingeniosa solución para ciertos problema cotidianos que a menudo termina en desastre. El hecho de que, una vez culminada la fatalidad o ante la perspectiva de que se produzca, Petra reaccione con miedo ante las amenazas de ser enviada de vuelta a su pueblo (“¡no, volver a mi pueblo, no!”, suele responder) , muestra la contradicción entre la añoranza de un hogar perdido que añora y la negativa a regresar a él. No puede ser de otro modo, pues los servicios y oportunidades que la ciudad ofrece son intexistentes en su pueblo.

Pese a la desventaja de “jugar fuera de casa” y a un bajo nivel educativo que roza el analfabetismo, Petra demuestra en el día a día que su ingenuidad es sólo aparente. La vida en el campo le ha dotado de toda una serie de tablas de las que carece la gente de ciudad, situándola en una posición privilegiada para defenderse de una serie de estafas en las que un “urbanita” caería indefectiblemente, en especial cuando hay productos agrícolas de por medio. Asimismo, y aunque ya he comentado que algunos de sus remedios pueblerinos improvisados acaban mal (ya sea avergonzando a Patro delante de sus distinguidas amistades, dañando alguna propiedad mueble o inmueble o cualquier otra cosa), otros se revelarán sumamente útiles. Con semejantes recursos, no es de extrañar que se sienta orgullosa de sus raíces y que responda “y a mucha honra” cuando Patro o cualquier otra persona las utilice en su contra.

Conclusión y recomendaciones
Petra es una criada tartamuda, pueblerina y casi analfabeta a la que la vida en la ciudad le hace sentir cual pez fuera del agua. Con todo, su admirable capacidad para contrarrestar los caprichos de una autoritaria y caprichosa Patro y la picaresca de una sociedad urbana retratada por Escobar a través de una sátira demoledora, hacen de ella una mujer independiente, sagaz e ingeniosa que contribuye a dignificar el devaluado estereotipo del pueblerino torpe y corto de miras y al empleo precario y feminizado como es el de las trabajadoras domésticas.

Petra, criada para todo es una de tantas series que longevas y populares en su momento (perduró hasta 1980) que carecen por completo de recopilatorios propios realizados por la editorial. Con la excepción del tomo de Clásicos del Humor de RBA publicado en 2008 y 2009 (qué haríamos los aficionados de los personajes de Bruguera sin esa colección), únicamente encontramos historietas suyas en las páginas finales de los volúmenes de la Colección Olé! dedicados a Zipi y Zape (#172 y #173, 1979) y Carpanta (#305, 1985). También caben destacar determinados ejemplares consagrados al dibujante. Ya cité en el artículo de Carpanta el más reciente, el volumen de Super Humor Clásicos, pero más interesante todavía es Escobar: Rey de la Historieta (1984), una compilación de todos los volúmenes dedicadas al autor catalán hasta la fecha, y donde se explica cómo aquella amiga suya, una criada de catorce años llamada María que siempre hablaba de su pueblo, “se convirtió en Petra”.
