Quizás sea redundante el término “juego de simulación”. A fin de cuentas, todo videojuego constituye una simulación en sí mismo de algún aspecto de la realidad o la ficción, donde a menudo se entrecruzan confundiéndose (aventuras, disparos, peleas, carreras, etc.). Pero si hablamos en el sentido más estricto de la palabra, entonces diré que últimamente he jugado a más de uno que se ajusta a ese perfil. Casualmente, el último de ellos es el más antiguo y peculiar de todos los que he probado hasta la fecha. Se trata del SimAnt, un juego de Maxis lanzado en 1991 (bastantes años antes de que fuera fagocitada por EA) para distintas plataformas que recrea a su manera el funcionamiento y desarrollo de un hormiguero. En cuanto el compañero Martín me habló de él, supe que me vendría como anillo al dedo, pues en mi infancia era muy aficionado a observar las colonias de estos himenópteros y a tratar de intervenir en ellos organizando “batallas” entre hormigas de distintas colonias.
De entrada, lo más probable es que la interfaz del juego desconcierte a más de uno a causa de la gran variedad de iconos y ventanas simultaneas que hay que manejar, así como los propios controles que deben guiar a una diminuta hormiga en un mundo enorme y hostil. Si bien puede llevar algo de tiempo familiarizarse con este sistema de juego, este no es excesivo, y menos con el modo tutorial y el icono de ayuda que nos explica (en inglés, eso sí) a qué corresponde cada herramienta. Es gracias a dicho tutorial con el que nos iremos familiarizando con los controles básicos. Aprenderemos a manejar a nuestra pequeña hormiga amarilla guiando sus movimientos con el botón izquierdo del ratón y haciendo doble clic en éste para excavar túneles en la pantalla subtérránea del hormiguero (en perspectiva lateral) y transportar alimento (vitales para mantener la salud de la colonia en niveles altos) o pequeñas piedras en la correspondiente al mundo exterior (en vista cenital), mover el scroll llevando el cursor al límite del encuadre o realizar acciones básicas que impliquen a otros miembros de la colonia, como hacer que éstos patrullen un determinado espacio o que se agrupen en torno a nuestra hormiga, lo que puede resultar especialmente útil para llevar a cabo ataques a la colonia de las hormigas rojas (nuestras eternas enemigas) y acabar con su reina, con cuya muerte concluye la partida tutorial.
Una vez aprendido lo básico para manejarse medianamente bien, es hora de aventurarse a jugar una partida completa en el modo Full Game (partida completa). El principio de la partida es muy similar al del tutorial, con la salvedad de que comenzamos controlando a la reina (la única hormiga disponible). Para evitar que muera, es aconsejable que cambiemos a la hormiga a controlar no bien hayan nacido las primeras obreras, para lo cual mantendremos pulsado el botón izquierdo y seleccionaremos la opción exchange (intercambio). Una vez que la colonia haya crecido lo suficiente y dispongamos de nuevas reinas (con el controlador triangular decidiremos el porcentaje de obreras, soldados y hormigas reproductivas disponibles), será hora de expandir la especie a nuevas áreas, que aparecen representadas en forma de subdivisiones cuadrangulares del jardín y el interior de la casa de un humano, al que veremos pasear mientras piensa en sus cosas. Como veremos, también las hormigas rojas tienen su espacio y se irán expandiendo ocupando nuevos “parches” de terreno.
Al principio no tendremos competencia en la colonización (exceptuando el primero de todos, donde será necesario exterminar al hormiguero rival para que sea territorio exclusivo de las hormigas negras), puesto que la distancia que separa a ambas especies es grande. Únicamente tendremos que preocuparnos de que nuestra colonia no muera de inanición trayendo comida al hormiguero, así como evitar ser cazado por arañas u hormigas león (los gusanos que se ocultan en las trampas de arena). En el momento en el que las áreas de ambas sean aledañas será cuando comience la verdadera pugna por la supremacía. Es recomendable no seleccionar un parche jugable hasta que ambas poblaciones estén relativamente equilibradas, pues las hormigas rojas no dudarán en atacar si existe cierto porcentaje de éxito, y si nuestra desventaja es sustancial , lo normal es acabar perdiendo. El objetivo final del juego es hacerse con todas y cada una de las áreas (el humano ya se habrá mudado antes de eso debido a la infestación de su casa). El problema es que los gráficos poblacionales se irán abigarrando conforme aumente la densidad de ocupación hasta hacerlos ilegibles, de modo que habrá que ir seleccionando uno a uno y ver las estadísticas in situ.
Un último e interesante modo de juego es el Experimental, en el que podremos influir en el entorno a nuestro antojo diseminando el alimento aquí y allá, escavando túneles de uno y otro hormiguero, creando hormigas de ambas especies allá donde creamos oportuno, así como usar “insecticida”, esparcir piedras e incluso crear murallas, entre otras opciones. Vamos, el sueño de todo fanático de las hormigas. Puede utilizarse como una especie de “modo espectador”, aunque no es recomendable debido a la extrema previsibilidad de la conducta de las dos especies. Las hormigas negras incrementan su población con rapidez, pero no son expeditivas, pues están programadas para dejar que tú tomes la iniciativa. Por su parte, las hormigas rojas tienden al estancamiento y retroceso poblacional y son mucho más agresivas, por lo que a pesar de la desventaja citada, es probable que ganen . Lo recomendable es hacer clic en el icono de empezar partida y manejar la hormiga amarilla y jugar como en la partida rápida o el modo tutorial (es decir, sin posibilidad de expandirte a otros lugares), salvo que bajo condiciones controladas por nosotros.
El problema es que, conforme avanza el juego, termina “independizándose” del jugador, casi relegándolo o a un papel de simple espectador. A medida que la colonia adquiere cierto tamaño, son la multitud de obreras las que proveen de comida al mismo y, a gran escala, las nuevas zonas se colonizan solas (aunque también puede ser realizada manualmente) y ganan por sí mismas a las hormigas rojas. Una de las pocas iniciativas que nos quedarán serán los ataques a los hormigueros rivales. Como la hormiga amarilla suele llevar las de perder en un combate directo, la partida se terminará reduciendo a un “jaque a la reina” permanente, lo cual puede ser divertido por un tiempo (no deja de ser una recreación de las “batallas de hormigas” que hacía de pequeño), pero termina volviéndose demasiado rutinario.
A pesar de todo, jugado con moderación sigue siendo divertido, inmersivo y hasta sorprendente. Sus entornos son bastante dinámicos, casi “vivos”, en cuanto a la distribución cambiante de alimentos, obstáculos y enemigos, lo que en ocasiones nos llevará a replantear nuestra estrategia (por ejemplo, en caso de que la fuente de comida esté demasiado cerca de la colonia de las hormigas rojas resultará recomendable ir bien escoltado por una buena comitiva de hormigas soldado). Asimismo, en el momento de la muerte de nuestra hormiga a manos de un depredador, su carácter inmersivo será realzado con la aparición una ventana emergente con un primerísimo plano de, por ejemplo, una araña, y un ominoso de cuadro de texto (“te retuerces en una ardiente agonía mientras el veneno mortal de la araña fluye a través de su cuerpo”). Sin duda estamos ante un juego bastante realista para la época y muy, muy curioso.