El siglo XX marcó un hito en la historia de la humanidad. Es cierto que las bases se sentaron con la revolución industrial de finales del siglo XVIII y, muy especialmente, del siglo XIX, pero fue en el siguiente siglo cuando se recogieron los frutos. Al fin, nuestra especie pudo salir de nuestro planeta, ya sea a través de viajes tripulados como no tripulados (sondas,satélites, etc.). A ello hay que añadir un colosal desarrollo de la industria cibernética, de las telecomunicaciones y de la inteligencia artificial, entre muchos otros campos. Con todo, el lado oscuro de estos adelantos hizo que las alarmas no tardasen es saltar.
Y es que dicho progreso no sólo se forjó al calor de las guerras (ya fueran en el sentido tradicional del término, como la Primera y la Segunda Guerra Mundial o larvadas, como la Guerra Fría), sino que supuso un gran coste humano y medioambiental. También hay quien pone el acento en la deshumanización y el creciente ensimismamiento de una sociedad cada vez más dependiente de las máquinas, incluso para sus tareas más sencillas, hasta el punto de convertirse prácticamente en una prolongación de su cuerpo.
Fue este el caldo de cultivo que dio lugar a obras de ciencia-ficción bastante pesimistas con nuestro porvenir. En lo que se refiere exclusivamente a esta sección, ya hablé de la regresión a la barbarie caníbal del universo de Solo, de la transgresión de los límites éticos en materia de experimentación humana a los que asistimos con Brian the Brain o a la casi total aniquilación a de la raza humana a la que se hubo de enfrentarse Gilgamesh el Inmoral. Hoy añadiré a esa lista a Gwendolyn 3-19-4, cuya serie, al igual que la del monarca sumerio, fue dibujada por Lucho Olivera, aunque en este caso los guiones corresponden a Ricardo Ferrari.
El universo de las computadoras y la burocracia
Antes de entrar en materia, será mejor que trate someramente el contexto en el que vive Gwendolyn. Se trata de una sociedad futura (en torno al siglo XXX) en la que la tecnología espacial y la inteligencia artificial lo dominan todo. La humanidad es capaz de cubrir en intervalos de días, semanas o meses las inconmensurables distancias que separan a unas estrellas de otras, lo que ha posibilitado la creación de una especie de federación interestelar compuesta por diferentes colonias habitadas por seres humanos, o al menos de aspecto totalmente humanoide (el resto de especies inteligentes aparecen sólo en contadas ocasiones). Para ello, a menudo sus tripulantes entran en estado de hibernación, bajo el cual se frena el envejecimiento y se hacen más llevaderas las esperas que, pese a todo, no dejan de ser largas. No obstante, el desarrollo exponencial de la inteligencia artificial conlleva que las naves sean conducidas por computadoras prácticamente autónomas, relegando al humano al estatus de mero auxiliar, por lo que basta con que viaje únicamente uno por nave.

En realidad, el papel protagonista de las máquinas abarca todos los aspectos de la vida y de la gestión política y económica de la federación, creando un entramado burocrático de dimensiones colosales. Como resultado, la gente no sólo se ha vuelto absolutamente dependiente de las mismas, sino que, han aprendido a comportarse y a razonar como lo haría una fría y calculadora inteligencia electrónica, e incluso a no tomar ninguna decisión, por acuciante que sea, sin la notificación de éstas. Algunos individuos van todavía más allá y, a pesar del creciente estado de aislamiento, prefieren la compañía de un ordenador a la de otro ser humano. Hasta sus apellidos han dejado paso a toda una suerte de números de serie, dado que hasta la procreación ha sido delegada a estos aparatos (aunque no se especifica cómo). En conclusión, la escalada técnica ha acarreado la anulación absoluta de la voluntad a merced de su propia creación.

En busca del amor

Ese es el tipo de sociedad que le ha tocado vivir a Gwendolyn 3-19-4. Esta joven piloto de carguero espacial de cabello corto y rubio y de constitución esbelta y rasgos atractivos es, ni más ni menos, que una inadaptada, una completa extraña en un mundo frío y tecnificado en la que se siente total y absolutamente fuera de lugar. A causa de sus solitarios, ociosos y prolongados viajes transportando mercancías de todo tipo de un sistema a otro, así como a una curiosidad inusitada en las gentes de su tiempo, suele dedicarse a consultar los ficheros que guardan información de épocas más remotas de la humanidad (incluyendo de la nuestra). Fue así como tuvo conocimiento de muchos de los clásicos del cine, muy en particular a las películas de Humphrey Bogart y su película Casablanca (1942). Desde ese momento, el actor estadounidense se convirtió en su amor platónico, hasta tal punto de que en sus periodos de hibernación experimentaba simulaciones oníricas ambientadas en dicha película. También las veía cuando estaba despierta, aunque a veces era la propia computadora la que decídía poner determinadas escenas cuando la encontraba particularmente furiosa o estresada.

Este era su medio preferido para aplacar su soledad, pues por más que intentaba entablar conversación con personas del sexo opuesto, incluso sugiriéndoles la posibilidad de que le invitaran a cenar o a bailar, éstos respondían con extrañeza u hostilidad. Parecían no ser capaces de comprender que alguien no se ciñese a los habituales procedimientos administrativos del trabajo y prefiera interaccionar con sus semejantes por el simple placer de hacerlo. Así, Humphrey Bogart se convierte en la proyección del hombre atento y caballeroso que desea pero que no puede encontrar. Lo más parecido que encontró fue a Ohcnas, un esclavo fugitivo de Aurora 8, un planeta dominando por amazonas que han sometido a la esclavitud al sexo masculino en su conjunto. Durante el tiempo que duró esta saga, fue alternando su trabajo de piloto con el apoyo a los rebeldes comandados por su amado, pero una vez concluida simplemente desapareció junto con toda referencia al mismo, salvo cuando en el capítulo 33 alguien le aseguró que podría decirla dónde se encontraba.

Una mujer contra las máquinas y los hombres deshumanizados
A tenor de lo expuesto, queda claro que Gwendolyn está en absoluto disconforme con la manera de pensar y de actuar que gha impuesto esa sociedad dominada por máquinas. De hecho, siente un odio visceral hacia las mismas, no dudarlo en insultarlas (suele increparlas gritando “¡muérete!”) o incluso golpearlas si se vuelven particularmente irritantes. Además, jamás deja que éstas se hagan cargo de las comunicaciones con otras naves si quien trata de ponerse en contacto es otro ser humano, y hasta las desconectará si la ocasión lo requiere. Con todo, en algunos casos comprenderá que la línea entre lo artificial y lo humano es mucho más delgada de lo que dictaban sus perjuicios.

También ha declarado la guerra a la racionalidad inmisericorde mencionada en el primer apartado y a la no menos despiadada codicia que ha penetrado en todos los poros del sistema. Ambos elementos convergen en la máxima maquiavélica de “el fin justifica los medios” hasta el punto de que hasta los códigos morales más elementales pueden ser transgredidos si ello supone algún beneficio para la misión, ya sea de tipo militar, económico, etc. Llegados a ese punto, la piloto espacial no se limita a cumplir los contratos encomendados por sus despiadados clientes, sino que quebrantará las normas, a sus ojos carentes de toda legitimidad, para ayudar a aquellos que más lo necesitan, haciendo gala de un considerable ingenio y coraje, así como de un intachable sentido de la verdadera justicia y la libertad.

Conclusión y recomendaciones
Gwendolyn 3-19-4 es una piloto de carguero espacial obligada por contrato a recorrer inmensas distancias para transportar las mercancías más variadas. Debido a lo solitario de su trabajo, logra un pobre consuelo viendo los clásicos del cine, sobre todo las películas de Humphrey Bogart. El odio que procesa a unos códigos efectuados a imagen y semejanza de las máquinas de las que dependen, así como su humanidad, pericia y sentido de la justicia y de la libertad, la conducirán a infringirlos si su cumplimiento causa perjuicios a terceros.
La serie Gwendolyn 3-19-4 fue publicada por la editorial Columba en las distintas publicaciones de Nippur Magnum, y consta de un total de 54 episodios. Seguramente haya quien pueda considerar que tenga cierto tufo machista pero, en todo caso, irá quedando en un segundo plano conforme la serie vaya avanzando para centrarse más en lo filosófico, moral y existencialista. La crítica hacia la burocracia asfixiante y la deshumanización de una sociedad centrada en la cuantificación de las ganancias materiales irá in crescendo, lo que hace de ella en una serie bastante recomendable. Por desgracia, no tengo constancia de que se haya publicado volumen recopilatorio alguno, por lo que será necesario recurrir a las descargas en internet.
