El cuarto artículo del Especial Superlópez (que se ha hecho esperar varios meses debido a causas de fuerza mayor) no me hace tanta gracia redactarlo como los anteriores, pero, como ya comenté en la parte final del artículo inaugural de este ciclo, creo que es mi deber dedicarle algo más de tiempo. Quien haya leído el texto aludido (suponiendo que no pudiese ver la imagen de portada ni leer el título de este artículo, que ya lo dice todo), sabrá que me refiero a Superlópez (2018), la película dirigida por Javier Ruiz Caldera. Se trata del mismo que dirigió Anacleto: agente secreto (2015). Protagonizada por un ya entrado en años Imanol Arias, esta adaptación de otro clásico de Bruguera apenas ofrecía más paralelismos con el personaje de Vázquez más allá de título (la parte del desierto, al principio del filme, es de lo poco que nos recordará remotamente a aquellas historietas). En ese sentido, ya puedo adelantar que la que nos ocupa se acerca algo más a la obra de Jan, pero, viendo el panorama anterior, no es ningún mérito. En este caso colaré algún spoiler, porque no la considero imprescindible de ver.
La película comienza en Chitón, el planeta natal de Superlópez. Ahí terminan las similitudes en esa parte de la historia. El planeta, cuyo diseño es bastante feo al no ser más que una miríada de edificios distribuidos en estructura radial y que tan sólo cuenta con 250.000 habitantes, está sometido por la dictadura del almirante Skorba (Ferran Rañé). En uno de esos edificios (en concreto, en uno que recuerda al barcelonés Torre Glòries) un científico (Gonzalo de Castro) de algún modo habría logrado transmitir superpoderes a su hijo, al que su mujer (Mireia Portas) acababa de dar a luz (y que ya entonces lucía un frondoso bigote). En él depositaban todas sus esperanzas para que, en el futuro, derrocase al tirano. Poco duró la alegría porque, repentinamente, un grupo de soldados con aquél a la cabeza irrumpió en el lugar. Antes de que eso ocurriese, habían metido a su hijo en una pequeña nave espacial rumbo a la Tierra, concretamente a Estados Unidos, “la zona más avanzada del planeta” según su padre.
Una vez que la pequeña hija de Skorba, Ágata (Teresa Rodríguez) leyó la mente de éste, logró convencer a su padre para salir en su busca. Cuando le iba a alcanzar, ya en las inmediaciones de la Tierra, la nave del bebé colisionó con un satélite artificial, desviándole de su ruta y haciendo que le perdiese la pista. El lugar donde terminó cayendo fue España, donde sorprendió al matrimonio López (Padro Casablanc y Gracia Olayo) mientras iban por una carretera rural con su furgoneta de Talleres López. Tras salir cautelosamente para dirigirse a la nave estrellada y comprobar que había un bebé en su interior, decidieron adoptarlo, tras lo cual (y de modo similar al cómic), éste rompió un dedo a su nuevo padre por juguetear con él con su superfuerza.
Los años fueron pasando, y el pequeño Juan López fue creciendo (en esta etapa, interpretado por Alejandro Serrano) mientras destacaba de entre todos los demás tanto por sus poderes sobrenaturales como de su bigote, del que, obviamente, carecían los demás niños. Ahí presenciamos una serie de clichés más o menos dramáticos propios de los niños que no son como los demás, como la fiesta de cumpleaños a la que nadie acude (a lo que se le añadiría una tarta destrozada tras soplar las velas con su superaliento). Lo más destacable es el mensaje que le dio su padre. Haciendo gala de esa especie de derrotismo nacional, se lamentaba de que no haya podido crecer en países donde el talento está más valorado, como los países nórdicos, y le recomendaba intentar no destacar y pasar desapercibido, pues eso sería algo castigado en este país.
De ahí, la película salta al presente, veinte años después. El pequeño López ya es adulto (a partir de entonces es interpretado por Dani Rovira), debiendo rondar ya la treintena. En ese momento se encontraba durmiendo plácidamente en el sofá cuando es despertado por una llamada que resulta ser de Jaime González (Julián López), que aquí dice ser su jefe (aunque, cuando lo menciona, Juan le aclara que “técnicamente no es su jefe”). Antes de que éste descubra que se ha dormido, utiliza su supervelocidad para llegar justo antes de que se presente frente a su mesa. Ahí le comenta que ha contratado a una nueva empleada, a la que ha contratado para tratar de ligar con ella. Inicialmente, López rechaza el ofrecimiento de prepararle una fiesta de bienvenida, pero, al descubrir que esa recién llegada es Luisa Lanas (Alexandra Jiménez), a la que ve a través de la pared gracias a su supervista, cambia de opinión. En esta película ambos se conocían ya desde la universidad, y parece que ya había “química” entre ellos. De hecho, fue él quien le propuso la fiesta de bienvenida. Finalmente, fueron casi literalmente cuatro gatos, pues aparte de ellos tres, Jaime sólo pudo exigir a dos empleados de la limpieza que se quedasen con ellos.
Aburrida e incómoda por la actitud de Jaime, Luisa abandona la “fiesta” mientras López fabricaba hielo con el agua del grifo mediante su superaliento en otra habitación, para su decepción cuando se enteró. Poco después se encuentran en la estación de metro, pero en andenes opuestos. Con escaso disimulo, López llega a su vagón gracias a su supervelocidad, y terminan quedando para ese momento. Una cita que no fue muy bien, pues acaba teniendo problemas con unos gamberros, los cuales tumban a López haciendo que su propio café se le derrame sobre la camisa (sí, habéis leído bien: ¡¡unos vulgares gamberros tumban a Superlópez, y con un solo dedo!!).
Mientras esperaba al metro cabizbajo y con la mancha del café en la ropa, ve cómo uno pasa a toda velocidad totalmente fuera de control. En ese momento, rompiendo con las recomendaciones de su padre de mantener un perfil bajo en todo momento, decide “dar el paso”, como indicaba un cartel publicitario que frente a él, persiguiéndolo con su supervelocidad para intentar detenerlo. Viéndose incapaz de hacerlo sin más, llega al final de trayecto (la vía terminaba y les esperaba una colisión segura) para, con su supervelocidad, crear una barrera elástica con el conducto flexible del extintor. Se preparó para hacer uso de toda su fuerza, pero esa modesta barrera fue suficiente para repelerlo (!). Siendo el centro de atención de todos los presentes, abandona la estación a toda prisa, sin ser consciente de que una cámara le vigilaba atentamente. Al otro lado se encontraban los clónicos esbirros de Ágata (Maribel Berdú), la cual había crecido en Estados Unidos para convertirse en la dueña de Chit Technologies. Ésta, que durante todos esos años no había cejado en su empeño de localizarle algún día, no tarda en ponerse manos a la obra…
Como ya comenté en su momento, me parece una película mediocre y una peor adaptación. En honor a la verdad, no puedo decir que haya sido extremadamente aburrida, pero sí algo monótona, una sensación que se iba acrecentando cuanto más avanzaba la película. Por ello, se me hizo un poco larga, aunque las he visto peores. Parte de la culpa la achaco a malas decisiones de guion. Y es ahí donde entra en juego una de las cosas que más me molesta, no ya de esta adaptación, sino de todas en general: aquellos elementos del guion que ni funcionan en el desarrollo de la acción ni respetan la esencia de la obra en la que se basan. Porque yo entiendo que una adaptación cinematográfica no pueda seguir al dedillo todo lo que plantea aquélla, ya sea un cómic, una novela o un videojuego. Son formatos muy distintos y lo que funciona en uno no tiene por qué hacerlo en otro. Pero la cosa cambia si las licencias no aportan nada y restan coherencia a lo que estamos viendo.
Un ejemplo de licencia que en sí no tiene por qué ser mala es el cambio que hicieron en el trasfondo que rodea al nacimiento de Superlópez (quienes hayan leído el artículo sobre el superhéroe de Jan verán las diferencias entre ambos enfoques, en el cómic parece presuponerse que los habitantes de Chitón son más fuertes que los terrícolas per se, y llega a la Tierra simplemente porque es un travieso incorregible). De hecho, me parece un planteamiento sugerente para una película de superhéroes. Desgraciadamente, patinan en varios puntos. Voy a hacer un listado sólo con lo que me viene a la mente a bote pronto y por orden de aparición.
- Su padre le aconsejó que pase desapercibido, pero le vemos usar sus poderes constantemente, de forma no demasiado discreta, que digamos.
- La forma en la que los adolescentes gamberros hacen caer al suelo a López (por mucho que hayan utilizado una argucia para hacerle tropezar) es poco creíble.
- La estrategia para frenar el tren carece de sentido, ya que ¡no lo frena! ¡Se limita a hacerle cambiar de dirección! ¿Qué pasará cuando llegue al final de trayecto del lado opuesto de la línea? ¿Ningún guionista ha pensado en ello? ¿Tan poco confiaban en la fuerza de Superlópez que creen que un simple conducto de extintor enrollado podría contrarrestar por sí solo (¡por sí solo!) el desplazamiento de un tren a tal velocidad?
- Más adelante, los esbirros de Ágata sugieren que eran accidentes aleatorios para provocar a Superlópez, lo cual es absurdo.
- Una vez que ya tiene el traje superheroico, pierde mucho tiempo intentando sacarlo de la hoguera (había renunciado a ser un superhéroe, pero cambió de opinión en ese momento) y, tras conseguirlo, intentado ponérselo mientras el robot gigante se aproxima hacia él. ¿Qué sentido tiene hacerlo, cuando todos los allí presentes conocen su identidad secreta (estaba en casa de sus padres, en medio del campo), incluidos Luisa y Jaime?
De entre todas las licencias, hay una que me molesta especialmente, y es, precisamente, el hecho de que Jaime y, sobre todo, Luisa conozcan su identidad secreta. Lo hilarante del hecho de que la novia de Juan odie a Superlópez y se pasen el tiempo discutiendo se pierde por completo aquí, y el detalle de que nadie le reconozca con el traje puesto es una incoherencia, sí, pero podrían haberla explotado humorísticamente de algún modo. En esta película a lo máximo que llega es a mostrar incredulidad cuando sale en las noticias que un desconocido ha usado sus superpoderes para evitar una tragedia en el Metro (una reacción que, en realidad, es lo más normal del mundo) y decir que a un superhéroe no le pega ser español. Únicamente le llama “medianía” como forma de (no)animarle para que se recupere de su crisis y use sus poderes para salvarles. Aunque casi peor me parece el hecho de que el jefe de Superlópez no aparezca por ningún lado.
De todos modos, hay detalles que sí me han gustado. En concreto, cuando descubre por accidente que puede volar haciendo el gesto de los cuernos, lo cual da una explicación a por qué vuela con esa pose. Cierto es que resulta poco creíble que en toda su vida lo haya descubierto, al tratarse de un gesto de lo más normal. Quizás debería haber desencadenado ese poder realizando ese gesto con las dos manos. También me parece un acierto el diseño del aspirador electrónico reconvertido en máquina asesina y el robot, muy al estilo de los cómics, y resulta gracioso el cameo de los Petisos Carambanales en forma de muñecos. Lo mismo cabe decir de su habitual lapsus a la hora de pedir un café con leche y un croissant en la ventanilla de Metro, o el detalle de que de bebé tuviese bigote. Con todo, no me parece suficiente como para compensar todo aquello que me desagrada.
Con respecto al final, me suscita sentimientos encontrados. En un primer momento me alegró ver a Tchupón (Berto Romero), el Señor de los Chupetes, que casualmente reseñé antes de ver la película. Pero, al margen de la elección del actor (no me pega nada ver al temible Tchupón interpretado por Berto Romero. Pero nada en absoluto), la forma en la que desaparece, pese a que puede intrigar a los espectadores no lectores, es un contrasentido. El Chupete Único te hace desaparecer, pero no te volatiliza. Tampoco te mantienes invisible si te lo quitas. En tal caso, ¿por qué tras llevarse el chupete a la boca, cae al suelo, sin que quede rastro de su portador? ¿Cómo dejar abierta una secuela con semejante puesta en escena?
En resumidas cuentas, estamos ante una adaptación pobre y una película normalita con decisiones de guion cuestionables. Una “medianía”, como diría Luisa Lanas. Hay películas peores, y ésta más o menos se deja ver, cierto, pero si eres fan de Superlópez es probable que salgas decepcionado. También si esperas una comedia verdaderamente graciosa (para mí, salvo alguna honrosa excepción, es un quiero y no puedo en esa materia) o una buena película de acción. Si te decides a verla, recomiendo hacerlo con bajas expectativas. Sólo así es posible que la disfrutes algo.
Jan dijo que esta película apenas ayudó a levantar las ventas de su serie de tebeos. Francamente, no me extraña. No puede esperarse otra cosa de un producto que ofrece una imagen distorsionada del cómic y en un formato que simplemente no encaja, por mucho que se empeñen con infinidad de películas rancias de acción real que parecen destinadas a un público que nada tiene que ver con el que van dirigidos (y, sobre todo, pretenden ir dirigidos) los tebeos. La animación es la mejor vía para este tipo de productos, pero parece que es algo de lo que huyen como de la peste.