
Las mil y una noches, compilación de cuentos tradicionales del mundo islámico medieval unidos bajo el hilo conductor de la peculiar relación entre el despechado monarca Shahriar y su astuta concubina Sherezade, dejó huella en el imaginario de Occidente. Aunque Disney lo reforzó enormemente con la película Aladdín (1992), La rosa del Profeta (1988) ya recoge ese influjo dentro de la literatura de fantasía medieval cuatro años antes del estreno de aquélla.
La cosmogonía de La rosa del Profeta tiene la forma de una gema de veinte caras que gira en torno a Sul como entidad central. Cada faceta está encarnada por un dios (por lo tanto, veinte en total) y, sus vértices, sus filosofías (doce). Así, cada faceta de la Gema comprende tres de esas filosofías que, en conjunto, hacen de ellos dioses del Mal (cinco), del Bien (otros cinco) y neutros (diez).
El destino del mundo depende del equilibrio de las distintas caras de la Gema. Uno que, naturalmente (pues, si no, no habría historia), se fue alterando conforme las divinidades comenzaron a luchar entre sí, cada uno pugnando por su Verdad. El punto de no retorno llegaría cuando, un aciago día, la diosa Evren y el dios Zhakrin perecieron ante los horrorizados ojos del resto de dioses debido a que, al parecer, se quedaron sin las plegarias necesarias para su sustento.
Akhran el Errante, tan errante como los nómadas del desierto que lo adoraban, creía saber quién está detrás: Quar, el dios de la Realidad, la Avaricia y la Misericordia. Aunque el resto de dioses lo consideraban un pacificador (era conocido como Quar el Justo), Akhran lo acusó de sembrar la discordia entre ellos de forma sutil, además de ser el responsable de la desaparición de los Inmortales del resto de dioses (aquellos que están en el escalafón intermedio entre las divinidades y la humanidad).
Así pues, Akhran decidió que su pueblo había de permanecer unido ante la amenaza de Quar. Por desgracia, éste se compone de tribus que se profesaban una furibunda enemistad. Es por ello que encomendó a los djinn de sus respectivos jeques una tarea aparentemente imposible: casar a Khardan, hijo de Majiid, de la tribu de los akares, con Zhora, hija de Jaffar, jefe de los hranas. Por si no fuera suficiente, la unión no podrá romperse hasta que el cactus conocido como la rosa del Profeta florezca.

La dificultad estaba en el hecho de que ambas tribus llevaban nada menos que quinientos años en guerra. Por si no fuese suficiente, Zohra era una mujer indómita que acostumbraba a montar a caballo como lo haría cualquier hombre,y que parecía empeñada en que ninguno le pusiese la mano encima, algo que muy pronto chocaría (de la forma más violenta) con la altanera confianza de Khardan.
Desde luego, esta premisa daría para otro exponente más de romantasy barato estilo enemies to lovers que tan de moda está hoy. Por suerte, este libro no es de 2025, sino de 1988, mucho antes del boom de este subgénero. Además, está escrito nada más y nada menos que por Margaret Weis y Tracy Hickman, el mítico dúo literario famoso por la primera trilogía de la Dragonlance y de muchas otras de la serie.
La construcción del mundo de La rosa del Profeta tiene el bastante desarrollo como para resultar convincente. Aunque la descripción inicial de la Gema de Sul, con sus veinte dioses con sus tres filosofías respectivamente, puede parecer abrumadora, en realidad serán muy pocos los que tengan un protagonismo real. Pero, al mismo tiempo, el hecho de saber que están ahí proporciona la mencionada sensación de estar ante un universo complejo.
Además, que cada dios tenga su propia jerarquía de Inmortales y el modo de relacionarse con su pueblo me parece de lo más original y aporta una capa adicional de profundad. Por ejemplo, Akhran ha confiado los suyos, los djinn (los típicos genios de la lámpara) la realización de las necesidades y caprichos de los humanos a su cargo. Los de Promenthas, por el contrario, siguen la jerarquía de querubines, ángeles y arcángeles al estilo del cristianismo y el resto de religiones abrahámicas.
Los personaje son complejos y multifacéticos, a pesar de lo planos y estereotipados que puedan parecer en un principio, y su desarrollo a lo largo de sus aventuras es más que notable. Tendrán que poner a prueba lo que creen, ya sea su cosmovisión o el concepto que tenían del otro, con el choque entre religiones y culturas como telón de fondo. Mención especial merece el tratamiento de la magia en esta obra: un asunto de mujeres,a menudo curativo, devaluado en una sociedad patriarcal y guerrera.

Otro punto a destacar es la cuestión del Bien y del Mal. Aunque la obra parte de esa premisa clásica, en la práctica termina siendo menos maniquea. Incluso los seguidores de la más brutal y abyecta de las religiones demuestran valores positivos como la lealtad y el honor para con los suyos y su dios. Por su parte, Quar, el dios-villano que busca convertirse en la única y verdadera divinidad, no cree traer el bien a la humanidad y al mundo.
Por lo que respecta a su estilo de escritura, esta es la obra de la mayor calidad literaria que he leído en mucho tiempo dentro del género. Margaret Weis y Tracy Hickman tienen la virtud de no temer a las frases largas, elaboradas y con varias subordinadas si es necesario, sin comprometer su legibilidad. Su rica prosa es camaleónica, adaptándose a los momentos solemnes, cómicos, dramáticos o sensuales (que no explícitos).
La rosa del Profeta es, en efecto, una trilogía. Está compuesta por La voluntad del dios errante, El paladín de la noche y El profeta de Akhran. A su vez, cada uno de ellos se divide en partes de extensión variable llamadas libros, ya sean de alguna divinidad concreta o de los Inmortales (en estos últimos, el foco pasa de los personajes humanos a los djinn), cuyos capítulos suelen ser relativamente breves.
Toda la obra está escrita en tercera persona en tiempo pasado, a excepción del prólogo. Éste sigue la rarísima segunda persona en presente, lo que hará que nos sintamos directamente interpelados, como si un mercader errante nos contase una historia como al inicio del Aladdin de Disney (recordemos que todavía no había sido estrenado cuando fue publicado el primer libro) o jugásemos una partida de rol en vivo (recodemos que de ahí viene buena parte de la inspiración de los autores).

La rosa del Profeta es una obra muy particular. Sin miedo a las frases largas y ricas en metáforas y con un registro que va de lo oscuro a lo bufonesco, pasando por lo solmene y lo sensual, nos sumerge en un mundo de fantasía a imagen del Oriente Medio medieval donde las batallas en la tierra son la prolongación de las pugnas en el cielo. Aunque el punto de partida es el matrimonio de sus protagonistas, el romance será poco relevante, siendo en esencial una obra de aventuras con eso sí, relaciones humanas profundas.
Son escasas las pegas que pueda poner a estos libros. Puede que a algunos lectores actuales se les atragante su estilo de escritura (precisamwente el que me parece más estimulante) o su ritmo relativamente lento. Lo único que veo criticable es que el primer volumen no cuente con un glosario para las abundantes palabras en árabe que salpican profundamente la obra. Por suerte, eso es corregido desde el segundo.
La rosa del profeta fue publicado en español en cuatro formatos, tres de ellos por Timun Mas. El primero fue en 1990, de tapa dura. Le siguió un extraño formato de dos libros por cada volumen de la trilogía de seis libros, también de tapa dura, publicado en 1997. Dos años después apareció por fin la edición de bolsillo, con una reediciones en 2001 y 2003. La más reciente es la publicadas en cartoné por de Planeta DeAgostini en 2006. Vamos, que habrá que tirar del mercado de segunda mano.
