Dentro de la prolífica editorial Bruguera, existían personajes con una serie de características comunes, pero que igualmente contaban con todo un mosaico de peculiaridades que los hacían únicos. Ya hemos visto a Mortadelo y sus inigualables dotes camaleónicas, al “Homo Burrus” de Hug el troglodita y a Rompetechos con sus cómicos problemas visuales. Aunque estos, y muchos otros más que no he presentado (y que seguramente a más de uno le llegará su momento), estaban lejos de ser considerados héroes en el sentido estricto de la palabra, ninguno de ellos ha alcanzado unos tintes antiheroicos parangonables a los de Doña Urraca, el sombrío personaje de Jorge, alias de Miguel Bernet en honor a su hijo. A continuación veremos qué le hace tan especial.
Sus planteamientos originales
Desde el principio, el personaje de Doña Urraca estaba concebido para tener un carácter abiertamente malvado y maléfico. Ya en el número 76 de Pulgarcito se advertía a los lectores de la inminente llegada de un ser que dejaría a la altura del betún al mismísimo Frankestein, Drácula o el Vampiro de Dusseldor, y era calificado como “tremebumdo, pavoroso, escalofriante y cadavérico”. En ese mismo número veríamos su primera representación “extraoficial” en un pasatiempo. Curiosamente, no sería el mismo Jorge quien diera vida a su personaje por primera vez, sino por Cifré, aunque al no tratarse de una historieta propiamente dicha, carece de mayor importancia.
Lo cierto es que no desmereció semejantes expectativas. Se trataba de una mujer físicamente nada agraciada, de edad avanzada pero indeterminada (en los archivos que consulta San Pedro en la historieta en la que se va “al otro barrio”, daba un ratio de entre 57 y 129 años) larguirucha, con una nariz larga y picuda, que junto con su negra indumentaria hace honor a su nombre. Su característica imagen se completa con un moño, un paraguas, zapatos puntiagudos orientados hacia arriba y una curvatura característica de su espalda en la mitad inferior que le hace parecerse al cenizo Fúlmine, el personaje argentino de 1945 en el que también estaría inspirado Mortadelo.
Pero sin duda no era en su aspecto donde residía su principal particularidad. Su carácter era todavía más sombrío que su apariencia. Era un personaje egoísta, mezquino, misántropo y abiertamente malvado. Más que una protagonista de historieta, era una verdadera villana. Se regodeaba con las desgracias ajenas y disfrutaba con la muerte, la destrucción y el caos. Tanto es así que mostraba verdadero júbilo ante las catástrofes y desdichas ajenas o aburrimiento y frustración cuando había fiesta y alegría o sencillamente todo transcurría con normalidad. Si ese era el caso, urdía planes para hacer el mayor mal posible al prójimo (por ejemplo, podía animar a un ciego a cruzar la calle cuando pasaba un coche, aprovecharse de la buena fe de los más incautos, golpear a personas y perros o incluso llegar al extremo de robar las reservas de penicilina de la ciudad para que los enfermos fallecieran sin una cura para sus males), pero siempre salían mal y terminaba recibiendo su merecido, cumpliendo así el guión de todos los personajes de Bruguera.
A decir verdad, parecía la típica bruja malvada, y de hecho muchas veces actuaba como tal. En su laboratorio se dedicaba a ejercer alquimia y demás artes arcanas donde lograr sus macabros objetivos. Además, su vocabulario estaba repleto de interjecciones que aludían al mundo infernal, funerario y otras cosas igual de “alegres”.
La mano de la censura en la moderación de su carácter
Dado el carácter tan polémico de la protagonista, rebosante de mezquindad y conductas “poco cristianas”, podría parecer que la censura de la España del nacionalcatolicismo franquista tardó demasiado en actuar, pero finalmente se acabó imponiendo lenta pero irremisiblemente. Con el tiempo, el antaño “azote de la humanidad” se fue volviendo cada vez más apacible y dulcificado. Aunque su carácter áspero y egoísta siempre lo mantuvo, sus maldades ocuparon un segundo plano, pasando a obtener primacía pasatiempos más inofensivos, así como su continua búsqueda de empleo para aliviar su precaria economía. De vez en cuando incluso podrá permitirse el lujo de volverse filantrópica y altruista sin razón aparente.
Las modificaciones en el guión no debieron parecerles suficientes a los censores. A pesar de que sus malas acciones se reducían a “travesuras” y a conductas avariciosas, seguía siendo un “mal ejemplo”. Por eso, el autor se vio forzado a buscarle un “amigo” a la protagonista. Se trataba de Caramilo, cuyo carácter simpático y bonachón serviría como contrapeso a la agria Doña Urraca. Se trataba del típico negociante de poca monta de la posguerra española, que busca cualquier negocio más o menos ilícito para ganarse el pan. Doña Urraca buscará aprovecharse de él, pero será el propio Caramilo quien le tome el pelo y le de un escarmiento.
Schmidt y su «giro gótico»
Tras la prematura muerte de Jorge en 1960 (38 años), otros autores tomaron el relevo para su personaje estrella. Primero fue su hijo Jordi (que por entonces sólo tenía 15 años y apenas estuvo un año con él) y después Torá, pero fue Schmidt quien le imprimió un mayor toque personal. Durante la etapa de Jorge, el estilo expresionista y relativamente elaborado de sus etapas iniciales dio paso a uno más estilizado y esquematizado, y con una progresiva tendencia alargar su cara en el tramo de la boca. Schmidt le imprimió un mayor dinamismo y vivacidad, y los caracteres góticos se vieron realzados, confiriendo a Doña urraca un aspecto más vampírico y siniestro.
Para empezar, sus orejas adquirieron una forma puntiaguda al estilo de criaturas del género de terror, y hasta ostentó poderes sobrenaturales como la capacidad de volar sobre una escoba (de nuevo haciendo referencias a la brujería). Por si esto no fuera suficiente, llegaría a trabajar en calidad de subordinada en el castillo de la condesa Nosferatu, conviviendo con criaturas de ultratumba como vampiros y fantasmas, así como con el monstruo de Pakohestein, la mano derecha de la condesa. En El castillo de Nosferatu (1974), primera aventura larga en la que aparecía Doña Urraca aunque fuera de forma relativamente secundaria, que fue publicada en la revista Super Mortadelo, incluso la veremos transmutar sus brazos en alas. Por cierto, este crossover de Doña Urraca y los niños de la Pandilla del Ku Kux Plaf también sufrió la censura, en este caso por la presencia de unas vampiresas supuestamente “atractivas” (las Hijas de la Noche) que en realidad no lo eran, ni tenían ningún tipo de actitud provocativa ni enseñaban nada (cosas de la época que no se pueden entender hoy en día). De hecho, la aventura sólo llegó a las 24 páginas.
Doña Urraca como radiografía de una época
Antes de pasar al apartado final, me gustaría remarcar las connotaciones costumbristas de estas historietas. A pesar de que en distintos análisis que circulan por la red se minimiza esta faceta en pro del humor negro, es innegable que constituye una radiografía de la sociedad de la dictadura franquista de tiempos de la posguerra y el período de la autarquía. Si bien la biografía de Doña Urraca es bastante imprecisa, hasta el punto de en ocasiones calificarla como solterona y en otras como viuda, lo cierto es que es una mujer sola y sin hijos, y que por tanto se encuentra totalmente alejada de la imagen imperante de la mujer como esposa y madre. Esta situación de soltería prolongada estaba muy mal vista en ese momento, y era considerada anormal y hasta peligrosa, y Doña Urraca es la encarnación de algunos de esos clichés de la solterona amargada y resentida, sin olvidarnos de la etiqueta de bruja con la que se estigmatizaba a las mujeres independientes.
Igualmente indicativo de la época son las estrecheces económicas de la protagonista, sus continuos malabarismos a la hora de sobrevivir, la constante búsqueda de empleo y el recurso a la picaresca como modo de vida. El rencor, resentimiento y odio que albergan sus personajes se encuentra a su vez inserto en el revanchismo de los vencedores sobre los vencidos, y hasta se puede vislumbrar el carácter represor y omnipotente de la policía, que no dudará en cargar contra Doña Urraca a la más mínima sospecha.
Conclusión y recomendaciones
Doña Urraca es un personaje único dentro de la Escuela Bruguera. Esta mujer malvada y tenebrosa bien podría hacer oposiciones para villano de cómic, a pesar de lo cual se le termina cogiendo cariño. Asimismo constituye una ventana única desde donde asomarnos a la mentalidad de una época que nos parece muy lejana, pero que en realidad es parte de nuestra historia reciente. Desgraciadamente, tanto la censura como el temprano fallecimiento del autor truncaron su evolución natural y gran parte de su potencial, pero no bastó para privar de popularidad y carácter único a esta figura antiheroica.
Las recomendaciones sobre este personaje que puedan ser verdaderamente accesibles son escasas debido a lo poco que se puede encontrar de ella en nuestros días, puesto que sus monográficos modernos son prácticamente inexistentes. Casi todos corresponden a fechas muy tempranas, las colecciones Magos del lápiz (tres números en total) y Magos de la risa (#7, 20, 27, 36, 39 y 41) de principios de los 50, salvo alguna excepción, como Genios de la Historieta (#4, 1985). No obstante, sí que existe una selección de historietas del personaje que podemos encontrar en librerías. Se trata de la colección Maestros del Cómic, de Ediciones B (#3, 2010) que reúne algunas de sus mejores aventuras de todas las etapas de la Doña Urraca de Jorge. Faltan muchas de las primeras aventuras donde aparecía la antiheroína en toda su esencia, pero es lo único de lo que disponemos hoy que no implique rebuscar por Internet (que alguno hay, pero no mucho) o en el mercado de segunda mano.
Por otra parte, Doña Urraca hizo acto de aparición en un par de capítulos de los Festivales de Mortadelo y Filemón. El primero que se emitió fue en Carioco y su invención, en el Primer Festival, dirigido por Rafael Vara (1968: Estudios Vara,1969), un triple crossover en el que además de los dos detectives de Ibáñez, veremos a Carioco y a Doña Urraca, que como no podría ser de otra forma, es la villana de la historia. Un segundo episodio (si bien fue el primero en realizarse) fue el de Agencia de Información, del Segundo Festival (1966: Estudios Vara, 1970). La excusa se presentó durante una “foto de grupo” de los principales personajes de Bruguera. Como era de esperar, ella no se conformó con actuar como mera figurante, y decidió hacer de las suyas. Se pueden encontrar en Internet y de segunda mano en VHS y DVD, y en caso de que no sea posible, pueden visionarse desde Youtube.