Los videojuegos nacieron sin un principio ni un final como tales. Prueba de ello es el considerado como uno de sus primeros exponentes de la historia, Pong (1972), el cual consistía en pasarse la pelota de un jugador a otro. Esta fue la tendencia posterior del boom de las recreativas. Ahí no solía haber un desenlace propiamente dicho, sino que el reto estribaba en lograr la mayor puntuación posible.
Si bien la narrativa fue ganando terreno en paralelo al desarrollo tecnológico en el sector (de ahí se popularizó la expresión “pasarse el juego”, sin ir más lejos), al viejo formato arcade de los juegos “sin argumento” se le sumaría una modalidad que cobraría entidad con el paso del tiempo. Se trataba de títulos en los que el propio jugador creaba un mundo a su medida, con el único límite de su imaginación (mediado por las herramientas proporcionadas por los desarrolladores y la lógica interna del juego, eso sí). Maxis y su Simcity son quizás el ejemplo más paradigmático de ello. Aquella especie “género”, conocido hoy popularmente como sandbox, es al que se adscribe Core Keeper, el título desarrollado por Pugstorm y distribuido por Fireshine Games que analizaré en el presente artículo.
La historia como excusa para excavar en la negrura
No todos los sandbox puros carecen de argumento. De hecho, varios cuentan con, al menos, un modo historia. Su particularidad radica en que su relevancia suele ser superflua, o incluso un mero pretexto para que comencemos a desplegar nuestra imaginación. Este es el caso de Core Keeper. A través de una brevísima secuencia de imagen fija digna de los videojuegos de finales de los 80 y primera mitad de los 90, somos puestos al tanto de cómo un explorador que acompañaba a una expedición por la selva se volatilizó tras tocar una voluminosa y enigmática reliquia para ser transportado a un extraño mundo subterráneo.
Esta premisa nos proporciona toda la justificación que necesitamos para adentrarnos en la negrura del terreno. En efecto, siguiendo la estela de títulos de construcción, exploración y supervivencia como el famosísimo Minecraft, tendremos que explotar recursos, descubrir nuevas áreas y evitar morir, pero con una particularidad: la mayor parte del escenario está totalmente a oscuras. Ello hará que alumbrarnos constituya una prioridad si queremos saber por dónde vamos y no convertirnos en un blanco indefenso de los enemigos que acechan en cada esquina.
Controles elementales, pero sin tutorial alguno
Las mecánicas básicas de Core Keeper son muy sencillas. El problema estriba en que su estilo a la vieja escuela, sin interrupciones de ningún tipo, ni tan siquiera para tutoriales, choca con un presente en el cual no contamos con manuales para compensar dicha carencia. Y eso puede ser un problema si lo juegas sin saber qué esperara exactamente, como fue mi caso, que tuve que mirar gameplays para saber qué demonios debía hacer.
Por lo que respecta a la versión de PC (la que, para variar, jugué yo), con las flechas de dirección nos moveremos por un escenario en vista isométrica, mientras que con el ratón haremos lo esencial para interaccionar con el entorno: mientras que con el botón derecho atacaremos a los enemigos, excavaremos o, en general, destruiremos cosas, con el derecho ejecutaremos la acción correspondiente del objeto (ingerir alimentos o pociones, labrar, plantar semillas, regar, cavar, situarlo en un punto concreto del suelo, etc.). Las teclas del 1 al 0 o la rueda del ratón nos permitirán hacer uso de los diez primeros objetos de nuestro inventario.
Los otros botones tienen que ver con la interfaz del juego. Con el botón E abriremos el menú del elemento que reaccione a nuestra cercanía resaltando su silueta (por ejemplo, para fabricar artículos, como veremos), Tab desplegará nuestro inventario y M nos permitirá ver el mapa, cuyo contenido se irá mostrando conforme avance nuestra exploración. Finamente, con Esc accederemos al resto de opciones, como ajustes o salir del juego.
Recolectar para construir; construir para optimizar la recolección
Siguiendo el orden arriba mencionado, lo más elemental de Core Keeper es recolectar recursos para poder construir. En ese sentido, excavar (que en realidad no es más que un uso concreto de golpear, como vimos) cumple una triple función: poder movernos de una zona a otra, crear espacios abiertos para darle nuevos usos al suelo y acopiar algunos de los recursos más vitales del juego: tierra, arcilla, arena, piedra y, especialmente, minerales (cobre, estaño, hierro, oro y otros). Por extensión, en ese mismo control obtendremos madera (de raíces) o arrancaremos determinadas coberturas del suelo.
Las manufacturas básicas, punto de partida de nuestra magna obra, serán accesibles directamente desde el menú de la tecla Tab y requerirán únicamente de madera. Es el caso de los picos (si bien de algún modo podemos excavar a puño limpio), la mesa de trabajo de madera o las antorchas (como vimos, el elemento clave del juego), pero, si queremos acceder a opciones más avanzadas, será necesario contar con el objeto correspondiente.
La construcción y artesanía es todo un mundo en este juego, y se haría extremadamente largo este análisis si lo detallase. A grandes rasgos puedo comentar, eso sí, que las mesas de trabajo son principal puerta a la obtención de nuevas herramientas, mobiliario y otras mesas de trabajo con las que, a su vez, subiremos un peldaño en nuevas y/o mejores opciones de artesanía. Menos la primera, siguen más o menos el patrón de las edades del hombre (madera, cobre, estaño y hierro), y nos permitirán proveernos de armas y equipo, producir recursos más eficientemente o, simplemente, dar a nuestra base un sello personal. Llegado un punto, hasta podremos automatizar la producción con una especie de complejo industrial (el cual, eso si, requerirá electricidad para funcionar).
Explorar en un mundo oscuro que mima la luz
La exploración es la segunda faceta destacable de Core Keeper. Los escenarios son generados de forma procedural siguiendo una serie de parámetros a nuestra elección, por lo que no habrá dos exactamente iguales. Ahora bien, obedecen a una lógica concreta. El centro del mapeado será nuestro punto de partida, lo que significa que los enemigos serán los menos fuertes y los materiales, más comunes. Cuando salgamos de ese radio, los monstruos ganarán en fortaleza y los minerales de estas áreas, en rareza. Las paredes serán de arcilla y de piedra respectivamente, por lo que necesitaremos picos bastante más resistentes.
Distinguiremos cada una de esas zonas al instante. El mapa las ilustra con colores característicos, siendo marrón oscuro, anaranjado y azul grisáceo las de tierra, arcilla y roca respectivamente. Los gráficos, al estilo retro del culmen del pixel art, se combinan a la perfección con juegos de luces y sombras mimados en grado sumo en función de la distancia del foco emisor y de su naturaleza, dando a cada rincón una personalidad y magia particular. Lo mismo cabe decir de un apartado musical que, sin ser sobresaliente, cumple a la perfección su función, con temas que cambian sustancialmente de un lugar a otro y que evocan misterio, magia, paz, amenaza o alerta según dónde nos encontremos.
Será mejor que vayamos bien pertrechados en nuestra explotación, pues son muchos los peligros que nos amenazan. Además de la antorcha, es buena idea llevar comidas cocinadas a base de tulipán brillante para que nuestro personaje emita luz y no tener que gastar tanta antorcha, además de pociones y alimento (cuando caminemos, nuestra barra de hambre se irá mermando). Del mismo modo, crear un puesto de avanzada donde dejar los objetos que vayamos hallando es recomendable, pues se nos quedará pequeña la capacidad de nuestro inventario con la multitud de ítems que vayamos hallando.
Un RPG básico y sui generis
Ya vimos cómo la exploración y la gestión de recursos en Core Keeper recuerda a títulos del estilo como Minecraft. Su aplicación específica a la agricultura y la ganadería, entronca también con juegos de granja. Por su parte, la introducción del tercer de los elementos a destacar de este juego, sus toques RPG, hace que muchos lo ubiquen en sintonía con Terraria.
El sistema seguido por Core Keeper, en ese sentido, difiere de muchos exponentes del género. Normalmente, cuando un personaje sube de nivel, todas las estadísticas lo hacen en bloque. En cambio, aquí únicamente incrementaremos el nivel de la habilidad que hayamos ejercido, y son de lo más variopintas: combate cuerpo a cuerpo, a distancia, minería, fabricación, jardinería, carrera (sí, basta con que vayamos de aquí para allá por el escenario), salud, magia, cocina pesca e invocación. El nivel máximo de cada habilidad es 100. Paralelamente, lograremos un punto de habilidad por cada cinco niveles para gastar en sus árboles de habilidades bastante simples, pues sólo cuentan con una bifurcación.
Como de costumbre en los RPGs, nuestro personaje puede ser equipado por distintos objetos que mejorará sus estadísticas, tales como salud, defensa y ataque, así como maná para los ataques mágicos y otros atributos como barrera mágica. Además de casco, coraza, pantalones y arma (que, al igual que el resto de herramientas, se dañarán conforme las usemos), hay espacios para objetos de mano, dos anillos, un farol, una mochila para ampliar la capacidad del inventario y una mascota que nos ayudará en combate, para lo cual habremos de hacerla eclosionar de un huevo.
Personalización y especialización, puertas a la cooperación
Al crear al personaje, podremos elegir diferentes ocupaciones: nómada, explorador, minero, luchador, chef, jardinero, pescador, comando, hechicero y brujo. Todos ellos (salvo nómada) contarán con ventajas diferentes de inicio. En todo caso, lo limitado de nuestro tiempo físico para dedicar al juego y de los puntos de habilidad disponibles nos empujan a especializarnos en algún área concreta. Esto vuelve aún más interesante el modo multijugador cooperativo para que hasta siete amigos (con los que podemos jugar introduciendo su correspondiente código copiando la ID del juego en el menú de pausa) compensen aquellas en las que flojeemos.
Un juego con un sinfín de posibilidades, pero no para todo el mundo
En conclusión, Core Keeper es un juego que, si bien sigue la estela de sandbox de construcción, exploración y supervivencia tipo Minecraft, los títulos de granjas y, sobre todo, aquellos que mezclan todos aquellos elementos con el RPG al estilo Terraria, presenta un marcado carácter propio que lo hace reconocible a simple vista. La mezcla magistral de gráficos al más puro pixel art con detallados efectos de luz en un mundo de negrura es más que suficiente para representar entornos diversos que que habremos de explorar y explotar palmo a palmo para avanzar el en juego. Uno que tiene una historia, sí, pero que a menudo olvidaremos, sumidos en una exploración y farmeo de recursos para nuestro gran complejo industrial-militar-mágico-habitacional que parecerá no tener fin.
Ahora bien, debemos tener presente que este juego no está hecho para todo el mundo, sino para un público muy específico, que no es otro que el muy aficionado a este tipo de títulos. Unos que requieren una gran dosis de planificación, espíritu creativo y, especialmente, de tiempo libre y paciencia, pues, como mínimo requerirá de varias decenas de horas completarlo a base de recolectar y explorar intensivamente (podría extenderse ad infinitum si nos da por querer construir virgueías, probar con distintos personajes o escenarios, jugar sendas partidas multijugador o probar el modo difícil, en el que la muerte del personaje es permanente). Incluso podría quedarse corto para los que buscan rol puro, en tanto que las combinaciones de objetos son exiguas (dos) y no existen mejoras de niveles para el equipo más allá de reforzar.
Si te gusta el farmeo extremo, la construcción, la exploración, la supervivencia y un rol no demasiado profundo, disfrutarás de Core Keeper como pocos otros. Si ese no es tu perfil, lo más probable es que te alejes, frustrado.